Thursday, March 30, 2017

¡Esta emotiva historia te inspirará!: motivación y diferencias culturales

Una característica que comparten muchas empresas multinacionales y que no todo el mundo conoce es que están presentes en muchos países. Si esos países son muy distantes culturalmente unos de otros, la empresa deberá adaptar sus mensajes... o no.

La multinacional que inspira la entrada de hoy procede de la India, y tiene una filial bastante grandecilla en Hungría, que, aunque no todo el mundo lo sabe, está en Europa. Esta empresa es bastante atenta con sus empleados, en cuanto a que organiza actividades, participa en rollos deportivos o de voluntariado, organiza cursillos, hace campañas de concienciación sobre distintos temas, y para animar a sus empleados a aspirar siempre a más y ser triunfadores y todas esas movidas que tanto gustan en estos ámbitos, invita a que se envíen historias de superación y realización personal para que sirvan de inspiración al resto, que las recibe por el correo electrónico interno de la empresa. Las personas que mandan las historias se llaman Safety Evangelists, en un alarde de modernidad social vienen con el slogan Share#Care#Inspire, y la de hoy es la cuarta parte del Women Safety Special, porque la empresa está a la vanguardia del empoderamiento del sexo femenino y, supongo, porque hace poco fue el día de la mujer. A continuación, una traducción-resumen de la historia de, llamémosla, Socorrito Ashirapwan, una madre de familia india que luchó por sus sueños. Os juro que (más allá del pseudónimo) no hay ningún tipo de manipulación, parodia ni mano negra por mi parte.


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La segunda historia que vamos a compartir esta semana viene a demostrar más allá de toda duda que la voz de la Seguridad ha alcanzado a las familias y amigos de nuestros colegas, que ahora se animan a convertirse en Evangelistas de la Seguridad y a compartir sus historias para inspirarnos a todos; lo cual es estupendo, y los felicitamos y agradecemos por unirse a nuestra plataforma de Evangelistas de la Seguridad. Esta historia la comparte la Evangelista de la Seguridad Socorrito, esposa de nuestro compañero Moncho Ashirapwan, de Recursos Humanos.


Segundas oportunidades: Historia de un ama de casa convertida en profesional

Me gustaría compartir mi historia con todas las mujeres que me puedan estar leyendo y tengan dudas sobre cuál debería ser su prioridad en la vida: su carrera o su familia.

Hace 27 años, cuando yo tenía 15, se me daban bien las matemáticas, mi hermano estudiaba ingeniería, y conseguí convencer a mis padres, contables ambos, de que me matricularan en la universidad. Así, dos años más tarde, hice el examen de entrada para Ingeniería. No conseguí una plaza en mi ciudad y mis padres no querían que me fuera a vivir a una residencia, por lo que me matriculé en Física en Chennai, y al mismo tiempo en [un curso de otra multinacional informática con título propio] para lograr mi sueño de trabajar en informática. Fue duro, porque todos los días me tenía que levantar a las 4 para entrar en clase a las 6.30, y no llegaba de vuelta a casa hasta las nueve de la noche.

Pero la vida me deparaba una sorpresa: cuando estaba terminando el curso, con 20 añitos y aún en la universidad, mis padres decidieron que era hora de que me casara. El chico vino de Hyderabad a verme el 3 de marzo de 1995 y, tras hablar durante casi una hora, nuestros padres decidieron que la unión era adecuada. Tan pronto terminé los últimos exámenes nos casamos, el 2 de junio de 1995, y me mudé a Hyderabad.

Una vez allí me matriculé en un curso a distancia de Física para seguir formándome, pero la naturaleza me deparaba otra sorpresa: pronto parí a mi primer bebé, y cinco años más tarde, al segundo. Pasé unos años criándolos; seguía acariciando mi sueño de trabajar en el sector empresarial, pero no había tiempo para eso. En el 2004, cuando ya pude disponer de algo de tiempo, empecé a estudiar Derecho. ¿A qué se debió este gran cambio? Pues lo hice porque el sitio me quedaba a 200 metros de casa y así podía estar de vuelta cuando saliera mi hijo pequeño del cole. Cuando terminé y me puse a trabajar tenía 32 años; me metí además en un posgrado, porque mis hijos ya eran lo bastante mayores. Ahora tengo 42 años, llevo ocho seguidos trabajando y tengo un buen puesto en una empresa del ámbito legal, donde tengo compañeros de la edad de mi primer hijo y hasta le saco 10 años a mi jefe. Con todo, la sensación de satisfacción y realización que me reportan el aplicar mis conocimientos en mi lugar de trabajo y el estar entre profesionales merece totalmente la pena.

Se me ocurrió compartir la historia de mi vida para todas esas chicas jóvenes que puedan dudar al elegir entre familia o carrera profesional. Mi experiencia ha sido que, en diferentes momentos de la vida, la prioridad se revela por sí misma: ¡sólo tenemos que dejarnos llevar y aferrarnos a nuestros sueños!

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