Thursday, December 22, 2016

Diez años de tristeza lunar

Estos días hace una década que descubrí a Moonsorrow. Y os voy contar por qué es una efeméride reseñable. Para mí, quiero decir.

Por un lado, escuchar ese disco compuesto por dos canciones de media hora cada una me descubrió una forma de música que no había oído nunca ni sabía que existía. Poco a poco fui adentrándome más en ella, tirando también hacia atrás, hacia el black metal del que bebe y que pronto se convirtió en el género que más me emociona, como sigue siendo a día de hoy. Curiosamente, seis meses antes, el black me horrorizaba, mientras que seis meses después me encantaba.

Por otro lado está la parte no musical del asunto. Un día, por pasar el rato, me puse a escribir una minibiografía del grupo para una entrada de blog que acabó convirtiéndose en una biografía completa, seguida por miembros de la banda y con su visto bueno. Gracias a esa biografía fui conociendo gente que me hacía preguntas o proposiciones o quería colaborar de alguna manera, y con la que, en algunos casos, fui entablando más conversación e incluso amistad y conociéndonos en persona. Hasta me contactó un tío que quería usarla en su tesis de máster. Todo subió muchos niveles de golpe cuando a un argentino tarado (al que también conocí por Moonsorrow) se le ocurrió hacer un documental del grupo y meterme de guionista, cosa que se hizo realidad el pasado verano.

Y por último, de manera más tangencial, Moonsorrow fue una excelente excusa para multitud de viajes. Por verlos en Stuttgart pasé una semana en Alemania y Francia, en mi primer viaje a ambos países; por verlos en los Cárpatos ucranianos pasé un fin de semana como no viví otro en una montaña perdida rodeado de eslavos que me miraban con curiosidad y sorpresa; otro fin de semana en la ciudad suiza de Basilea (la economía no permitió más, menudo país); una semana en Inglaterra durante la cual vi los sitios históricos de Lindisfarne, Fulford y Stamford Bridge, donde la historiografía tradicional dice que empezó y terminó la llamada era vikinga en los años 793 y 1066, respectivamente; una noche sin noche casi al borde del Círculo Polar Ártico como colofón a la grabación del documental...

O sea que, como veis, es bastante más que siete discos cojonudos; que esos, al fin y al cabo, también los tiene Blind Guardian o Pink Floyd. La mitad de las cosas más molonas que hice en los últimos diez años fueron culpa de Moonsorrow. Y por mí, que siga siendo así.

Oulu 2016

Monday, November 7, 2016

Testimonios de la revolución húngara de 1956

El pasado día 23 de octubre fue el 60.º aniversario del inicio de la revolución popular que se inició en Budapest contra la influencia de la Unión Soviética en la política de Hungría, país que se suponía independiente y soberano pero en la práctica estaba sujeto a los intereses de Moscú. El martes 23 de octubre de 1956, las calles de Budapest se llenaron de manifestantes, tiraron la estatua de Stalin, esa misma noche entraron los tanques rusos, se les fue todo a todos de las manos y dos semanas más tarde había muerto un montón de gente, se habían roto cantidá de edificios, pero las leyes se quedaron como estaban. Viene todo muy bien contado en la Wikipedia.

De Sztálin sólo quedaron las botas.
Foto: Gyula Nagy, Fortepan.hu

Con motivo de este aniversario, la ciudad estuvo todo el año empapelada de carteles enormes sobre el tema, y durante un mes se hicieron montones de actividades relacionadas con la revolución. Una de esas actividades fue un congreso de un día, el 11 de octubre, organizado por el Danube Insitute y realizado en inglés. Como por aquí no se hacen muchos congresos sobre temas históricos en idiomas que yo entienda, no quise dejar pasar la oportunidad. Al final, debido a que la noche anterior no había dormido más que tres o cuatro horas, me perdí la mayor parte del congreso (cuando se te cae la cabeza, eres incapaz de mantener los ojos abiertos y no sigues el hilo de absolutamente nada, tienes que admitir tu derrota y pirarte a casa), pero por suerte me mantuve perfectamente despierto en la parte que más me interesaba: la de los testimonios de dos señores, Gyula Várallyay (79 años) y János Horváth (95), que participaron directamente en la revolución. Tanto me gustaron sus intervenciones que tomé notas para poder hacer un resumen aquí.

Cartel de la plaza Blaha Lujza. Foto sacada de aquí.

Várallyay empezó su relato listando tres puntos que considera de gran importancia: uno, que los estudiantes desempeñaron un papel primordial en la revolución; dos, que en esa época los universitarios gozaban de gran prestigio; y tres, que aunque la hubieran iniciado estudiantes, hubo una gran solidaridad para con ellos por parte de otra gente que, o bien se unió, o les ayudaron de alguna manera.

La manifestación con la que se inició todo el embrollo se gestó el día 22 en la Universidad Técnica de Budapest, en una reunión que empezó al principio de la tarde y se alargó hasta la medianoche y durante la cual se redactó una serie de exigencias en 16 puntos. Várallyay era uno de los aproximadamente 2.000 participantes, y cuenta que allí fue donde alguien preguntó en voz alta por qué rayos había tropas rusas en suelo húngaro, tras lo cual se gritó por primera vez lo que se convertiría en la principal consigna: ruszkik haza (ruskis a casa). Buena parte de estos estudiantes vivían en la residencia universitaria de la cercana avenida Béla Bartók, donde sucedió una escena curiosa. Corría el rumor de que a la estación de Kelenföld, ubicada a las afueras al oeste de la ciudad, estaba llegando ayuda desde Austria. Ni cortos ni perezosos, los estudiantes pararon un camión que pasaba por delante de la residencia y le dijeron al conductor: mira, necesitamos que nos lleves a Kelenföld a por unas cosas. Les respondió: vale, pero se me está acabando la gasolina. Entonces fueron a un lugar cercano a pedir gasolina, donde se la dieron y les desearon suerte. Más adelante se enteraron de que eso era un centro de inteligencia militar. (Sí, como estarás pensando, la purga que hubo en los meses siguientes en el ejército fue muy divertida también.)

Nótese la sombra del objeto arrancado.
Foto: Gyula Nagy / Fortepan.hu


Horváth, que entonces ya tenía 35 años y había vivido los convulsos años 30 y 40, contaba que había estado en la cárcel unos años antes, donde había conocido, entre otros, a gente de la Cruz Flechada, el partido nacionalsocialista húngaro. Ese 23 de octubre, hacia la tarde, cuando ya una gran riada de gente se dirigía hacia el Parlamento y los viejos, emocionados, los saludaban desde las aceras agitando un pañuelo, vio a varios de esos cruces flechadas, que iban a su bola en otra dirección. Habló con ellos, les preguntó por qué no se unían, y dijeron: «eso es cosa de comunistas, no nos interesa». Efectivamente, es importante subrayar que el líder político al que aclamaban los manifestantes, Imre Nagy, era comunista; reformista, sí, pero leal al partido en todo momento. Con todo, Horváth recordó un instante que le emocionó, que fue cuando, ya reunida la masa detrás del Parlamento, Nagy comenzó su discurso, no con el clásico «camaradas proletarios», sino con un Magyar testvérek!, «¡Hermanos húngaros!».

En los días siguientes ya no hubo manifestantes de paseo ni tranquilos discursos, sino tanques y cócteles molotov y pumpún y aaaaa. Sin embargo, siendo este un país cuya población no tiene en general más escrúpulos que la española, llama la atención que no hubiera saqueos. Había escaparates rotos por doquier, había cajas abiertas en las que se recogía dinero para la revolución, y ni entraban a robar a las tiendas ni se vaciaban esas cajas si no era para gastar el dinero en quello para lo que estaba pensado. Algunos no perdieron el humor: contaba Várallyay que en un momento dado andaba por una calle un tanque que disparó, y alguien gritó: «¡Eh, no disparéis! ¡Que hay gente!». Otra cosa que señaló el mismo testigo fue que incluso los házmester, que no me queda muy claro si son conserjes o porteros o ambas cosas, se pusieron del lado de los manifestantes. Los conserjes en general tenían fama de arrimarse al sol que más calienta, que a finales de la guerra eran los más fascistas y después los más comunistas, y le sorprendió que alguno de ellos, a verlos pasar, les abriera la puerta y les dijera: eh, chavales, meteos aquí si queréis refugiaros. Por lo visto, hasta los policías azules apoyaron a los revolucionarios; no sé qué narices eran los policías azules, pero el señor lo mencionó como algo sorprendente, así que debía de serlo.

La «Caja de comunidad» del Monopoly.
Foto: István Papp / Fortepan.hu

Por último, es interesante señalar algo que Horváth recalcó bastante. En esos días corrían rumores de que, si los revolucionaros aguantaban un par de semanas, vendrían los yanquis, o los occidentales, o qué sé yo quién, a ayudarles en su lucha. Sin embargo, sólo fueron eso: rumores, aunque mucha gente se los tomara en serio y se siga mencionando sesenta años más tarde. Según él, nunca hubo ninguna declaración oficial por parte de países occidentales que afirmara que fueran a mandar ayuda, y es exactamente lo que sucedió. El 4 de noviembre, tras unos días de relativa tranquilidad, Moscú mandó volver a meter los tanques y atacar sin contemplaciones. Seis días más tarde se rendían los últimos revolucionarios.

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En cuanto a mí, el día del congreso comí gratis, porque daban, y me llevé también varias revistas de temas históricos y políticos que tenían para coger. O sea que ni tan mal. Quizá habría sido interesante haber escuchado más ponencias, pero tengo que decir en mi descargo que todas en las que estuve presente, que fueron como el 70% (otra cosa es que estuviera despierto), y a excepción de las de estos dos señores, eran leídas; y una ponencia leída se me hace muy difícil de seguir, ya sea sobre Moonsorrow. Ahora acabo de pasar todo el domingo metido en casa escribiendo esta entrada y buscando fotos y demás —por eso publico con tan poca frecuencia— y voy a aprovechar para dejar enlaces a un par de sitios molones que encontré:

- Las ubicaciones de las fotos más famosas, en 1956 y ahora. Dieciocho.
- Fotos de la revolución de Gyula Nagy. Quinientas cincuenta y una. Tanques rotos, casas rotas, estatuas rotas y colocadas en posturas graciosas. El enlace te lleva a la primera.

Tuesday, May 31, 2016

Mochila budapestosa permanente (feat. documental de Moonsorrow)

Llevo mucho tiempo sin escribir aquí, porque en los últimos tiempos ha habido unos cuantos cambios en mi vida. Entre otras cosas, como acabáis de comprobar, he empezado a utilizar el pretérito perfecto compuesto esporádicamente. Pero hay otros cambios de importancia e impacto equivalente o superior: empecé a trabajar a tiempo completo (a estas alturas de la película ya iba siendo hora) y me mudé al extranjero.

Hoy cumplo cinco meses viviendo en Budapest, ciudad que los que seguís el blog desde hace tiempo sabéis que no me gusta nada. Llegué la noche del 30 al 31 de diciembre del 2015, con trabajo y piso, todo ello fruto de una serie de afortunadas coincidencias iniciada un par de meses antes. Las razones por la que no publiqué nada hasta ahora son, inicialmente, la novedad y periodo de adaptación; y después, un proyecto que tengo entre manos: un documental de Moonsorrow. Se le ocurrió a Leo y me lo propuso cuando lo visité; desde entonces estuvimos un año y pico de preproducción hablando con gente, viajando, barajando posibilidades, urdiendo planes y preparando cosas, hasta que el día 12 de este mes salió la campaña de crowdfunding en Indiegogo (http://igg.me/at/homeofthewind), que durará hasta el 11 de junio. En unas quince horas sacamos 7.000 €, que no está nada mal. El vídeo, con audio en inglés y subtítulos en inglés y castellano, es así de molón:


Home of the Wind (Moonsorrow Documentary) - Crowdfunding Campaign from Jörmungandr Media on Vimeo.

Todo grabado y montado por Leo, que es un artista de lo audiovisual, y además tuvimos otros cuatro colaboradores que se encargaron de corregir el color, masterizar el audio, componer la música (basada en distintos temas de Moonsorrow) y sincronizar los subtítulos. Es la misma gente que se va a encargar del documental itself. ¿Y yo qué voy a hacer?, os preguntaréis. Pues yo escribí la biografía en la que se basará y voy a ser quien realice las entrevistas. Pretendemos que, además de lo musical, tenga también una cara filosófico-contemplativa, y tanto en lo visual como en lo argumental se le va a dar un tratamiento cinematográfico, aunque la escena de la persecución aún tenemos que madurarla un poco más. Tonterías aparte, lo del tratamiento cinematográfico no es ninguna broma: pretendemos que tenga un leitmotiv, planos un poco originales y todo ese tipo de cosas. Leo es el que sabe de cine.

Volvamos a Budapest. Hablemos primero del trabajo, que es lo que permite lo demás.

Hace cuatro meses yo era un pobre muchacho, un pringadete de un barrio, un currela, un tiradete, un chaval, un fracasado al que una amiga segoviAna (que ya os presenté) le mandó una oferta de trabajo en Budapest: traductor en una empresa de impresoras. Celtas Cortos aparte, tan fracasado no era porque tenía trabajo: un trabajo de pocas horas, perfecto para un universitario... cosa que ya no era. O sea que ese puesto en Budapest me vendría muy bien, y cambiar de aires, también. Ese trabajo no salió, pero fue la chispa que inició el proceso de búsqueda por Europa. Mandé currículums a Hungría, Elovaquia, Luxemburgo (que estuvo a puntito de salirme) y Dinamarca, y busqué en Suiza, pero el único puesto interesante que encontré allí requería ser un gran aficionado y tener muchos conocimientos de fútbol. Para trabajar en la biblioteca de la UEFA, comprensiblemente, te exigen eso. O de la FIFA, no me acuerdo ya. But I digress. Además de mandar mis propias candidaturas, les comenté a un par de personas residentes en Budapest que andaba buscando trabajo, y que me avisaran si se enteraban de algo. No me esperaba nada, porque nada suele pasar en esos casos, pero a los pocos días ambas me pidieron el currículum, y a la semana siguiente recibí un email de una empresa sobre el puesto al que «me había presentado» y que no tenía la más remota idea de en qué consistía. Tras dos procesos de selección paralelos, en el que más me interesó me dijeron: empiezas el 4 de enero a las 9 de la mañana.

Mi trabajo está relacionado con la informática, en un giro del guión que creo que nadie se esperaba. En un principio, también con las lenguas... en cierto modo, porque usaba tanto el inglés como el español, sobre todo el primero. Así fue durante tres meses, de los cuales pasé uno y medio en formación: la empresa no escatima un florín en eso. Lo malo fue que estaba yo tan contento cogiendo carrerilla y sintiéndome cada vez más cómo y suelto en el trabajo cuando, el último día de marzo, me llamaron al despacho de la jefa para comunicarme que, muy a su pesar, había órdenes de arriba para cambiarme de proyecto. No me hizo ni puñetera gracia, porque el proyecto nuevo está en otro edificio que me queda más lejos y es peor en todos los sentidos, porque acaba de empezar y en ese momento era un caos y una improvisación constante. Ahora va mejorando poco a poco. Algunos de mis antiguos compañeros me dijeron que, en el fondo, había tenido suerte, porque el proyecto anterior ya estaba establecido y tenía todos sus puestos cubiertos, por lo que es muy difícil subir; mientras que el nuevo aún lo tiene todo por hacer y me puedo asegurar alguno de los primeros puestos de mini-responsabilidad que vayan surgiendo. Ayer mismo se empezó a hablar de esto, y el jefe me propuso para el control de calidad. Veremos cómo se va desarrollando todo.

Esto es lo que veo todas las mañanas de camino al trabajo.


¿La vivienda? La vivienda también empezó muy bien. Una habitación grande como un campo de fútbol (24 m·m), más grande de hecho que el salón de mi casa back home, con dos camas, estantería enorme, armario y sofá, en un piso compartido con un chaval llamado Balázs, hermano de vuestra vieja conocida Vica y a quien conocí durante mi Erasmus en Eslovaquia, en un par de mis muchas visitas a esta ciudad. En estos cinco meses ya tuve unas cuantas visitas a la gran habitación: en una fecha tan temprana como el 8 de enero ya tenía aquí a Jasmina la serbia; poco después a Isa y Mariña, amiga de la facultad y su amiga; luego a Robert, a quien conocí en un congreso el año pasado; y la semana pasada a Yolanda, amiga ya de más de media vida, y a su hermana Ilina. Todos se quedaron en mi súper habitación, por supuesto, pero el pernoctar se va a acabar, porque la misma semana que me cambiaron de oficina el casero nos dijo que quería vender el piso, cosa que logró la semana pasada, así que ahora tenemos dos meses para pirarnos. Y ni de coña vamos a encontrar un piso tan grande, barato y bien situado como este. Uno de esos tres factores se va a tener que sacrificar. Pero no os pongáis muy tristes, visitantes potenciales, porque lo que estamos mirando de sacrificar es una parte del precio y otra de la ubicación: nos iremos un poquillo más lejos del centro a un piso un poquillo más caro; y quizá un poquitín más pequeño, sure, pero poco más. Tenemos que encontrar un equilibrio entre mi preferencia por la cercanía al centro y la de Balázs por una habitación gigantesca en la que sacarle rendimiento a su proyector y montarse sus fiestas. Con un poco de suerte, no será difícil de encontrar. O sea que, en realidad, el pernoctar aún va a durar. Y por cierto, si te estás preguntando cómo se pronuncia el nombre del chaval este, imagínate lo que contestaría Rajoy si le preguntaras qué disparan las pistolas.

Un intento de foto artística featuring Jasmina.


¿Y qué más? Paso un montón de tiempo con Essi, a veces visitando museos o lugares de la ciudad o directamente otras ciudades, o a veces no haciendo gran cosa. Voy a muchísimos conciertos, sólo en abril tuve cinco o seis, que son los que tenía antes en un año. Como digo siempre, si vine fue por una razón... Es una pena que no pueda ir a muchas más actividades culturales, porque las hacen todas en un idioma probablemente inventado que no alcanzo a comprender. Fui a clases de húngaro, pero lo malo es que duraron sólo dos meses, y el precio es más o menos aceptable para lo que fue pero no es ni de coña para pagarlo todos los meses. Ahora mismo estoy ocupado con el documental; después quizá retome el húngaro activamente del aguna manera, pero de momento sigo aprendiendo, porque la inmersión ayuda y hace muy fácil avanzar, aunque sea despacio. Siempre hay alguien a quien preguntar y por todos lados hay nuevas palabras y construcciones que aprender, constantemente. Lo dicho: inmersión.

Así que así andamos. Adaptándome a algo para que ese algo enseguida cambie, generalmente a peor (qué frase más jovial, ya me está influyendo el estereotípico pesimismo húngaro), pero con filosofía, porque lo que es mal, mal no vivo ni de coña. Tengo todo lo que me hace falta y me las estoy apañando perfectamente para vivir sin cocinar, ¿qué más se puede pedir?


Otra cara de Budapest: art déco auténtico hecho trizas.


No voy a prometer más frecuencia en las entradas, porque pa qué, si al final puede que lo cumpla o puede que no. Una como esta ya la empecé a escribir uno o dos meses, me pasé varias horas dándole a la tecla y al final se quedó en el limbo y empecé estoutra de cero. De vez en cuando hago fotos para subir al Facebook del blog, tengo que ponerme un día a ello. Por cierto, hace poco me fui de fototour por mi barrio, que tiene una arquitectura en verdad sorprendente; tengo pendiente subir un álbum, pero merecerán su propia entrada también. Todo vendrá. ¿Recordáis que aún os debo media Inglaterra de febrero del 2015?

El chiste de Rajoy y las balas llevaba latente más de tres años.


Tuesday, January 5, 2016

Hungría 2015 (feat. Eslovaquia)

Visegrád desde Nagymaros.
Estuve trabajando durante todo el verano, el 31 de agosto por la mañana cumplí mi última jornada antes de las vacaciones y esa misma noche ya estaba en un tren a Madrid. Tan pronto llegué a la capital, me compré un billete para Segovia, donde me encontré con dos amigas de allí, o mejor dicho, una amiga y su amiga. Como ya estuve en tan acuedúctica y alcazareña a la par que catedralicia ciudad hace año y medio, Ana y Leti me llevaron a La Granja de San Ildefonso para que viera algo nuevo. En un sitio con ese nombre esperaba encontrarme cerdos y vacas cantando la lotería de Navidad, pero en lugar de eso me hallé paseando por los hermosos jardines de un palacio de ricos.


(Pincha en read more si no ves el resto de la entrada.)