Sunday, February 9, 2014

Música que hace odiar

Las puertas del Averno

De vez en cuando escucho ciertas formas musicales que se podrían llamar agresivas o violentas. Música muy extrema, incluso dentro del espectro de la música extrema. Hay varios motivos que me pueden llevar a escucharla, dependiendo del momento. Uno de esos posibles motivos es la mera fascinación que me suscita el comprobar la rabia y desprecio que se pueden evocar usando exactamente los mismos instrumentos que tenían los Beatles. Por un lado, la música en sí (no por ruidosa, sino por lo que ese ruido envuelve y que un oído poco curtido, espantado, pasaría por alto) puede rezumar un odio y una inquina que hielan la sangre, y tiene tanto mérito por ello como el pintor que plasma la mueca más terrorífica o el actor que interpreta de manera creíble al personaje más malvado. Por otro, las letras: iracundas, blasfemas o directamente destructivas, contra todo y contra todos. Sin embargo, a pesar de todo esto y de lo feo que pueda sonar, sólo hubo un día en mi vida en que una forma de música me hizo sentirme verdaderamente violento; y dicha forma de música no era metal extremo, ni nada que se le asemejase ni en forma, ni en concepto, ni en nada.

El único momento de mi vida en el que la música me hizo sentir odio, ira, agresividad, deseo de destruir y hacer daño, fue durante un concierto de un grupo alegre y bailongo llamado Balkan Fanatik.

La noche del 8 de septiembre del 2012, por razones diversas, yo era feliz. Estaba eufórico, incluso. Me hallaba en Buda, la mitad occidental de Budapest, en una larga calle del distrito XXII que, con motivo de una fiesta del vino que se celebraba ese fin de semana, estaba llena de puestos y tenderetes y se veía muy animada. En un recinto que había a un lado habían montado un escenario en el cual estaba a punto de tocar ese grupo cuyo nombre, por si acaso aparece mágicamente tras varias menciones, prefiero no repetir. Suponía que no iba a ser mi estilo de música, pero me daba igual porque tampoco es cuestión de ponerse quisquillosos: ya que estaba en una fiesta de barrio, pues vamos a ver qué ponen, hacer un poco el saltimbanqui y pasarlo bien un rato sin darle más importancia a lo que suene o deje de sonar. Mi actitud era la mejor posible, y las primeras canciones incluso me resultaron hasta cierto punto agradables, con arreglos porreros pero con algunas melodías que dices: vale, me lo trago. Pero luego salió un rapero, el del teclado empezó a hacer cosas chungas, se fue la violinista y poco a poco aquello se fue convirtiendo en una especie de mezcla de reggae con rap y con techno duro pastillero y qué sé yo qué más. Tengo un diccionario en casa, bastante antiguo ya, en el que esa misma descripción puede encontrarse junto a la entrada abominación, sustantivo femenino. Al principio pensaba: esto ya no mola. Luego: esto se está haciendo cansino. Después: por dios, que se acabe de una puta vez. Imagínate qué cara debía de tener yo en ese momento, y juro por Raunioilla que esto es verdad, que descubrí a dos tíos que estaban cerca mirándome y riéndose, y al ver que miraba para ellos, uno vino hacia mí, se puso a mi lado y se sacó una autofoto conmigo, ante mi total pasividad e inacción, antes de darme las gracias, sacudirme la mano y volver con su colega.

Sí, ya sé, acabas de buscar al grupo de marras en el Youtube y no te parece para tanto. A mí, en frío y racionalmente, tampoco, pero aquella noche mi mente no era ni fría ni racional, por lo visto, y llegó un momento en que ya no pude más. Tenía razones para estar allí, otherwise probablemente ya no me habría quedado ni dos canciones, pero llegado un punto, habiendo aguantado hora y poco, más de la mitad de lo cual había sido un suplicio, la fuerza de esas razones fue pulverizada por aquella blasfemia expulsada de las entrañas de Satán y, como alternativa a empezar a hostias contra todo lo que se moviera y lo que no, eché a correr. A correr como un poseso. Tenía ganas de destrozar, de vapulear, de herir; necesitaba cansarme, agotarme hasta no poder con el alma, expulsar todo ese apocalíptico veneno que me… envenenaba. Mientras corría calle arriba y calle abajo –pues tampoco quería alejarme mucho de la zona– me acordé de que tenía el cacharrín de mp3 en la mochila y decidí ponerme lo más parecido que tuviera a esa música maligna que mencioné anteriormente; tras una o dos canciones, comprobé que Emperor no me estaba funcionando. Probé con algo más enérgico y de ritmo machacón, pero Sabaton tampoco resultó de ayuda. Yo seguía corriendo. Nunca corrí tanto cansándome tan poco, tal era la cantidad de adrenalina que tenía acumulada. Al concierto ya no le faltaba mucho, quince o veinte minutos; al poco de terminar, cuando la gente ya salía del recinto y volvía a inundar la calle, decidí que, definitivamente, ya no había nada por lo que yo debiera quedarme en ese sitio, y enfilé la calle de los puestos cuesta arriba, confiando en que mi pobre sentido de la orientación sería suficiente para llevarme a una cama en la que pudiera olvidarme de que esa noche alguna deidad primigenia decidió ponerme a prueba desatando a mi alrededor un infierno de chunda chunda rapero.

7 comments:

  1. Te lo juro por Raunioilla, jaaajajaajj

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  2. Il est génial, cet article...

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  3. Pues no te veo corriendo de un lao pa otro, no...

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  4. No te puedo imaginar en semejante estado de malaostiez, en serio, aparte de hiper racional eres de esta gente q le ve el lado positivo a todo y siempre saca algo enriquecedor de cualquier situación. Me has dejado muerta O_O Pero no puedo decir q no me "agrade" de alguna retorcida forma que hayas probado la experiencia.

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    1. Muller, lo dices como si no me enfadara jamás, y nada está más lejos de la realidad. :D Cierto es que no soy una persona especialmente agresiva, pero sí que de vez en cuando pego cuatro gritos, o doce, y no es tan tan tan raro. Aunque sí es cierto que nunca me había pasado nada así, sin una afrenta clara ni nada, ni, por suerte, me volvió a pasar, de momento. En fin, un cruce de cables, I guess.

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  5. Pues a mí el hecho surrealista de que te volvieses loco por esa música y empezases a correr como Forrest Gump me resulta muy gracioso, no te ofendas :) ¡Me gustó mucho el relato!

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