Saturday, March 7, 2015

La pérfida Albión II: York




Domingo 21, 10:08 GMT, otro tren. Dejo la preciosísima York y me dirijo a Durham. De todos modos, vamos a volver atrás en el tiempo y a continuar donde lo habíamos dejado, que era llegando a la ciudad de la rosa blanca, la noche del lunes 16.

Era cerca de la una de la mañana (noche del lunes al martes) cuando puse el pie en el andén. Cogí un taxi para llegar lo más rápidamente posible a casa de Katerina; no quería hacerla esperar a esas horas,
Las afueras
sobre todo porque ya habíamos empezado con mal pie: debido a un malentendido, ella había ido a buscarme a la estación la noche anterior, en un paseo de cuarenta minutos ir y otros tantos volver. Por suerte para mí, no estaba mosqueada, o si lo estaba lo disimuló muy bien. Su casa es el ejemplo típico de cualquier casa de una zona residencial de cualquier ciudad inglesa:  Estuvimos de charla un rato antes de dormir; por la mañana nos levantamos a las nueve, me dio de desayunar y luego seguimos contándonos nuestras respectivas vidas y milagros mientras íbamos a la universidad a hacer no sé qué recado y luego al centro, donde, tras un pequeño paseo, ella tenía que coger un autobús a Londres. Antes de irse me puso en la mano las llaves de su casa para que pudiera pasar allí esa noche a pesar de su ausencia. Por varias razones, Katerina me pareció una persona admirable; quedó medio confirmado el plan de volver a vernos en España este verano, ojalá sea así.

Una vez nos hubimos despedido, fui a la calle St. Saviourgate a buscar las entradas que reservé hace uno o dos meses para las múltiples actividades que me interesaban del festival de Jorvik, y a la una del mediodía estaba en Micklegate Bar, que no es un bar sino una de las puertas de la muralla, para
Los adentros
empezar la visita guiada por la ciudad. Fue un paseo genial: el guía era un arqueólogo simpatiquísimo y verdadero apasionado de la ciudad de York, cosa que no me extraña porque, como dije antes, es preciosa, y nos contó montones de curiosidades. Oficialmente, la visita dura una hora, pero se extendió hasta llegar casi a las dos horas; worth every second. Terminada la visita, fui a comer a un sitio donde me cobraron bastante por bastante poco (nada exagerado, though) y, caminando con calma y pasando por primera vez junto a la Minster, puse rumbo al Bedern Hall, donde escucharía una conferencia sobre la batalla de Fulford. Pero esa es otra historia que debe ser contada en otro tren, porque estamos casi en Durham ya.

***

Pues no, no es en un tren donde estoy escribiendo ahora, sino en la habitación de Andrew, porque vamos a cenar dentro de un rato y él tiene trabajo que hacer hasta entonces. Estábamos en la batalla de Fulford. Esta batalla fue una de las tres más importantes de 1066, junto con la de Stamford Bridge y la de Hastings (pronunciado jeistins), aunque quizá la menos conocida de las tres. En esta batalla, los escandinavos se enfrentaron al rey inglés y ganaron; cinco días más tarde volvieron a pelear en Stamford Bridge, que queda cerca, y perdieron; entonces el rey inglés bajó corriendo al sur a echar a los normandos que le estaban allanando la morada vía Hastings, pero perdió. En la ciudad francesa de Bayeux existe un tapiz, creado en esa época, que cuenta a modo de cómic medieval la historia de esa invasión; y hace unos tres años, un grupo de estudiosos y aficionados de esa época hicieron un tapiz parecido, mucho más pequeño pero de estilo similar, sobre la batalla de Fulford. Ese tapiz estaba allí expuesto, y el ponente, Charles Jones, un arqueólogo loco por este período de la historia de Inglaterra, se enorgullecía de haber encontrado el lugar exacto donde se libró dicha batalla. Sin embargo, su batalla ahora es otra: la del historiador versus la construcción inmobiliaria, batalla que sólo puede perder, a pesar de que presentó cincuenta mil solicitudes y recursos para que se protegiera y estudiara la zona y el juez hasta le dio la razón. No es ningún chalado: insiste en que, como exige el método científico, un hallazgo debe ser repetible y demostrable, razón por la que buscó cosas similares en distintos puntos de esa área, y efectivamente las encontró. El pobre está todo frustrado, y no es para menos. Al acabar la charla le pedí que me explicara detalladamente dónde estaba el sitio, porque hete aquí que, para mi gran alegría, la casa de Katerina está al lado de Fulford, a 15-20 minutos a pie de ese lugar exacto. Me lo explicó con pelos y señales y hasta me dibujó un cocris.

El tapiz. Pincha para agrandar. Sitio web.

La última conferencia del día fue en la iglesia de St. Saviour, donde había recogido mis entradas, iglesia que hoy está reconvertida en un museo de arqueología para niños llamado DIG. Es una cosa curiosa que hacen los ingleses: reconvertir iglesias en cosas. En este caso es un museo, pero en la calle Micklegate hay una que ahora es una discoteca llamada The Parish. Si la ves de día piensas que es una iglesia normal, pero de noche ya ves que salen luces de colores por las ventanas y que dentro la gente no parece rezar, ni los que están en la puerta feligreses de la adoración nocturna.

Pero volvamos a St. Saviour. Cuando llegué, la puerta aún estaba cerrada y me dijeron que esperara; al rato llegó una señora medio nerviosa porque no encontraba el sitio, le dije que era ahí y nos pusimos a conversar. Se llama Filipa (imagino que se escribe Philippa o algo parecido) y a partir de ahí me la encontraría en casi todas las actividades a las que fui. Me regaló un mapa caralludo de la ciudad. Vio que el mío era una mierda mientras que el suyo molaba y me dijo: toma, seguro que te
Pork pies. Foto robada.
viene mejor que a mí. Ella era del sur de Inglaterra y estaba allí por el festival, como yo. Cuando por fin nos abrieron la puerta encontramos que nos habían preparado una mesa con cosas de comer: pan, galletitas como-se-llamen para untarles cosas, quesos y mantequilla para untar en las galletitas como-se-llamen y el pan, pork pies y para beber, zumo de naranja y vino. Los pork pies son una cosa a medio camino entre una magdalena, una empanada y una croqueta. Básicamente son empanadas con forma de magdalena con la parte superior plana y con relleno pastoso con cachos de carne del tamaño de dados. En menos palabras: cené gratis. Incluido en el precio de la conferencia, mejor dicho. Pero cundió igualmente. Éramos poca gente, unos cuarenta como mucho, y yo era el único extranjero, creo, y el más joven con diferencia. La conferencia trataba sobre un campamento de invierno que encontraron en Torksey (Lincolnshire, Inglaterra). Sospecharon que había algo porque usando detectores de metales encontraron mucha cacharrada de esa época muy diversa y muy desordenada en un espacio bastante delimitado. Llegaron a la conclusión de que era un campamento vikingo, y muy bien pensado porque tenía tres muros, y el cuarto lado era un río que utilizaban como zona de carga y descarga para barcos. Cuando acabó la conferencia me fui directo a «casa». Según iba me di cuenta de que probablemente el resto de la gente se había quedado, y las charlas postconferencia suelen ser bastante interesantes en sentidos a veces inesperados, pero pasé de dar vuelta y seguí mi camino. Cuando volví a ver a Filipa, al día siguiente, me dijo que se habían quedado un ratito de cháchara antes de irse, pero poco.

Continuará.


El rincón de la etimología

En esta entrada mencioné dos calles cuyo nombre termina en -gate, y hay muchas más. A los que sabéis inglés probablemente os sorprenderá, porque gate, pronunciado gueit, significa puerta, y quizá deduzcáis que esas calles se llaman así porque empiezan o acaban en una de las puertas de la muralla. Pues bien: no. Ese -gate viene del nórdico antiguo y significa calle. Si vais a Noruega encontraréis infinidad de calles cuyo nombre acaba también en -gate; en Suecia, -gatan; en Dinamarca, -gade; en Islandia, -gata. Curiosidad extra: en Finlandia, país cuyo idioma no se tiene ninguna relación con las demás lenguas escandinavas pero que estuvo dominado por Suecia muchos siglos, la influencia del sueco hizo que también adoptara esta terminación, derivada como -katu.

2 comments:

  1. Y un mes más tarde: katu es gato en euskera

    Morzerzil

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    Replies
    1. ¿Katu? ¿Del latín? Qué raro me parece. Poco vocabulario tenéis. :P

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