Domingo 21, 10:08 GMT, otro tren. Dejo la preciosísima York y me dirijo a Durham. De todos modos, vamos a volver atrás en el tiempo y a continuar donde lo habíamos dejado, que era llegando a la ciudad de la rosa blanca, la noche del lunes 16.
Era cerca de la una de la mañana (noche del lunes al martes) cuando puse el pie en el andén. Cogí un taxi para llegar lo más rápidamente posible a casa de Katerina; no quería hacerla esperar a esas horas,
Las afueras |
Una vez nos hubimos despedido, fui a la calle St. Saviourgate a buscar las entradas que reservé hace uno o dos meses para las múltiples actividades que me interesaban del festival de Jorvik, y a la una del mediodía estaba en Micklegate Bar, que no es un bar sino una de las puertas de la muralla, para
Los adentros |
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Pues no, no es en un tren donde estoy escribiendo ahora, sino en la habitación de Andrew, porque vamos a cenar dentro de un rato y él tiene trabajo que hacer hasta entonces. Estábamos en la batalla de Fulford. Esta batalla fue una de las tres más importantes de 1066, junto con la de Stamford Bridge y la de Hastings (pronunciado jeistins), aunque quizá la menos conocida de las tres. En esta batalla, los escandinavos se enfrentaron al rey inglés y ganaron; cinco días más tarde volvieron a pelear en Stamford Bridge, que queda cerca, y perdieron; entonces el rey inglés bajó corriendo al sur a echar a los normandos que le estaban allanando la morada vía Hastings, pero perdió. En la ciudad francesa de Bayeux existe un tapiz, creado en esa época, que cuenta a modo de cómic medieval la historia de esa invasión; y hace unos tres años, un grupo de estudiosos y aficionados de esa época hicieron un tapiz parecido, mucho más pequeño pero de estilo similar, sobre la batalla de Fulford. Ese tapiz estaba allí expuesto, y el ponente, Charles Jones, un arqueólogo loco por este período de la historia de Inglaterra, se enorgullecía de haber encontrado el lugar exacto donde se libró dicha batalla. Sin embargo, su batalla ahora es otra: la del historiador versus la construcción inmobiliaria, batalla que sólo puede perder, a pesar de que presentó cincuenta mil solicitudes y recursos para que se protegiera y estudiara la zona y el juez hasta le dio la razón. No es ningún chalado: insiste en que, como exige el método científico, un hallazgo debe ser repetible y demostrable, razón por la que buscó cosas similares en distintos puntos de esa área, y efectivamente las encontró. El pobre está todo frustrado, y no es para menos. Al acabar la charla le pedí que me explicara detalladamente dónde estaba el sitio, porque hete aquí que, para mi gran alegría, la casa de Katerina está al lado de Fulford, a 15-20 minutos a pie de ese lugar exacto. Me lo explicó con pelos y señales y hasta me dibujó un cocris.
El tapiz. Pincha para agrandar. Sitio web. |
La última conferencia del día fue en la iglesia de St. Saviour, donde había recogido mis entradas, iglesia que hoy está reconvertida en un museo de arqueología para niños llamado DIG. Es una cosa curiosa que hacen los ingleses: reconvertir iglesias en cosas. En este caso es un museo, pero en la calle Micklegate hay una que ahora es una discoteca llamada The Parish. Si la ves de día piensas que es una iglesia normal, pero de noche ya ves que salen luces de colores por las ventanas y que dentro la gente no parece rezar, ni los que están en la puerta feligreses de la adoración nocturna.
Pero volvamos a St. Saviour. Cuando llegué, la puerta aún estaba cerrada y me dijeron que esperara; al rato llegó una señora medio nerviosa porque no encontraba el sitio, le dije que era ahí y nos pusimos a conversar. Se llama Filipa (imagino que se escribe Philippa o algo parecido) y a partir de ahí me la encontraría en casi todas las actividades a las que fui. Me regaló un mapa caralludo de la ciudad. Vio que el mío era una mierda mientras que el suyo molaba y me dijo: toma, seguro que te
Pork pies. Foto robada. |
Continuará.
El rincón de la etimología
En esta entrada mencioné dos calles cuyo nombre termina en -gate, y hay muchas más. A los que sabéis inglés probablemente os sorprenderá, porque gate, pronunciado gueit, significa puerta, y quizá deduzcáis que esas calles se llaman así porque empiezan o acaban en una de las puertas de la muralla. Pues bien: no. Ese -gate viene del nórdico antiguo y significa calle. Si vais a Noruega encontraréis infinidad de calles cuyo nombre acaba también en -gate; en Suecia, -gatan; en Dinamarca, -gade; en Islandia, -gata. Curiosidad extra: en Finlandia, país cuyo idioma no se tiene ninguna relación con las demás lenguas escandinavas pero que estuvo dominado por Suecia muchos siglos, la influencia del sueco hizo que también adoptara esta terminación, derivada como -katu.
Y un mes más tarde: katu es gato en euskera
ReplyDeleteMorzerzil
¿Katu? ¿Del latín? Qué raro me parece. Poco vocabulario tenéis. :P
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