Tuesday, October 2, 2012

Agueste IV: Lviv




VIERNES 10 DE AGOSTO DE 2012

Vítali, cartógrafo de profesión, o algo muy parecido, me estuvo dibujando planos la noche anterior y explicándome cómo llegar al centro y lo que allí hay. Mencionó unas treinta mil iglesias y catedrales, cada una de su padre y de su madre: que si jesuita, que si católica griega, que si armenia, que si ortodoxa de no sé dónde... Por allí también están la ópera y el ayuntamiento. Así que, cuando llegamos, y tras comprar los billetes para la vuelta y para Slavske, me dispuse a visitar el centro. Me recomendó coger el tranvía —valen el 1 y el 9, especifico por si a alguien le vale de algo— pero decidí ir a pie porque es muy
El circo de los horrores
fácil: primero vas hasta la iglesia gótica que ves enfrente nada más salir de la estación, luego giras a la izquierda, vas recto recto recto pasando un siniestro y envejecido circo hasta llegar a la ópera, ahí giras a la derecha y en cinco minutos más ya llegaste al ayuntamiento. Todo este paseo, que me llevó unos veinte minutos, lo pasé mirando maravillado todo lo que me rodeaba. Es un lugar en el que no me gustaría nada vivir, pero para visitar es extraordinario, al menos para un español. Si quieres ver una ciudad de los años cuarenta, no necesitas una máquina del tiempo: te basta con un billete de tren o avión a esta parte de Europa. Calles adoquinadas, transportes destartalados, edificios polvorientos... Contrastan un poco los coches, que en su mayoría, y como cabe esperar, son modernos. Saqué montones de fotos de estas calles, pero no captan en absoluto la atmósfera que se respira allí, if you get my point.

Вулиця Городоцька (calle Gorodotska)
La plaza encabezada por el edificio de la ópera está bastante guay. Algunos arbolitos, una fuente, estatuas. Me compré un helado en un puesto ambulante por
La ópera y su plaza
aquello de poder decir que me compré un helado frente a la ópera de Lviv, pero fue una mierda pinchada en un palo: me costó aproximadamente euro y medio (carísimo para esa ciudad) y la “bola” que le puso, ni llenó el cucurucho por dentro, ni sobresalía del mismo, ni tapaba la abertura en su totalidad. Seguí buscando el ayuntamiento. Cuando consideré que debía de estar muy cerca, entré en un sitio a preguntar; no supe decirlo, pero le enseñé al tío el dibujín que me había hecho Vítali de la torre con la bandera y ya me supo orientar. Me di un paseíto, vi cosas que describiré en el siguiente epígrafe, comí una pizza acompañada de un zumo de melocotón en un restaurante y volví a la estación a coger el tren para Slavske.

El plan de visitas, o algo así...

DOMINGO 12 DE AGOSTO DE 2012

Mientras estaba en el tren de vuelta recibí un mensaje de Julia, una chavala de Lviv con la que había contactado vía CouchSurfing. Fue una agradable sorpresa porque en varios días no había contestado a mi último mensaje y yo no tenía su teléfono, así que ya no contaba con ella. Quedamos entre los dos leones de la puerta del ayuntamiento; cogí un tranvía (jrivna y media, quince céntimos de euro) y fui directo para allá.

El centro es una chulada. El ayuntamiento está rodeado por cuatro estatuas, una en cada esquina, de dioses griegos: Adonis, Anfítrita, Artemisa y Poseidón. La mayoría de edificios tienen tres ventanas en cada piso; Julia me contó que eso es porque antiguamente cobraban un fuerte impuesto a quien los construyera más anchos. Hay uno
Edificios de tres ventanas de anchura
que tiene cinco, que perteneció a un filántropo al que le permitieron hacerla sin cobrarle extra como agradecimiento a todo lo que le había dado a la ciudad. No sale en la foto, está un poco más a la derecha, lo siento. El primer día pululaban por allí dos mozas, cada una con un gracioso vestido y una pamela, vendiendo caramelos que, curiosamente, sabían a caramelo. A lo negro que le echas por encima al flan. A azúcar quemado. Creo que nunca había probado ninguno. Besides, había una especie de autobús abierto por los lados en el que la gente se sentaba en taburetes mirando hacia dentro y pedaleaba para que avanzara.

Iglesias, como dije, hay unas ocho o diez. La más chula de todas es la católica griega, que no tengo muy claro si es iglesia o catedral. Su interior
está decorado de manera bastante bonita, con frescos en el techo. Hay pocas sillas y sólo se sientan los viejiños; lo normal es oír la misa de pie. En ucraniano hay dos palabras que significan iglesia, pero una se refiere a las polacas y la otra, a las… no sé, a las que no son polacas. Una de las palabras es церква (tserkva) y la otra es костьол (kostol), pero tampoco recuerdo cuál es cuál. Detrás de esta iglesia, el primer día había un mercadillo de libros, sellos y billetes antiguos, pero el segundo no porque estaba de lluvia. Y lo más gracioso es que en el medio de todas esas catedrales e iglesias hay un edificio que antiguamente era un puticlub, como atestiguan los altorrelieves que tiene tallados, que representan, alternativamente, una tipa en pelotas y un tipo haciéndose una paja.


Natasha, antigua profe mía de ruso con la que me sigo llevando, me dijo que probara el café de Lviv, que seica es muy bueno. Entre otras cosas me recomendó visitar la cafetería llamada Sinia Pliashka (ella me dijo Zelena Pliashka, es decir, botella verde en lugar de azul, lo cual provocó mucha risa tanto a Vítali como a Julia), recomendación que también me hizo Vítali, porque es elegante y porque tienen allí sacos de café y palas y te lo muelen en el sitio, o algo parecido. Esa es la gracia que tiene, porque el café tampoco es especialmente bueno, seica. Entré el primer día, pero el café me lo tomé con Julia en otro sitio. Pedí algo de nombre similar a lvivski kofe y no me gustó demasiado, la verdad. Tenía todo el poso en el fondo; se conoce que primero echan el café molido y luego el agua hirviendo encima. Sé que esta manera de prepararlo no es exclusiva de allí, pero nunca la había probado y no me hizo gracia el invento, no.

Otro sitio que visitamos fue la farmacia más antigua de la ciudad, que si no recuerdo mal data del siglo XVII, sigue funcionando como tal en la actualidad y se puede visitar por un precio no muy alto. Hay lo que te puedes esperar: aparatos antiguos como básculas, embudos, distintos recipientes,
Cocina alquímica farmacéutica
utensilios para cortar y moler, botes de hierbas y pócimas chungas, libros, y dos cosas que me llamaron especialmente la atención: un pergamino con símbolos que parecen alquímicos titulado “Criptogramas” y una cocina con agujero de aspecto casi medieval. O sin casi. Julia me dijo que eso era efectivamente antiguo, pero que a principios del siglo XX se seguían haciendo ese tipo de cocinas. A su alrededor hay unos cuantos animales disecados: un pez erizo, una tortuga, un cocodrilito, entre otros. Para terminar el apartado dedicado al paseo, me gustaría mencionar la “estatua de la Libertad”, que no sé si tendrá relación con la neoyorquina pero se le parece un montón, y la dinámica estatua de San Jorge, patrón de Lviv, en la que el dragón se ve reducido a una mera serpiente con cara de muy mala leche. Dice Julia que los equivalentes a Jorge en ucraniano son Iuri, como Iuri Gagarin, y G’eorgi, pero que ella no ve cómo pueden ser el mismo nombre. Yo lo veo clarísimo, la verdad. Compáralo con Jordi, por ejemplo. A G’eorgi le pongo un apóstrofo porque lo pronunció de una manera muy rara: primero dijo la ge, hizo una pausa como si se hubiera atragantado o tuviera hipo y luego dijo el resto. Le pregunté y me dijo que se dice así. Pues será. Ah, y me llevó a comer a un sitio donde probé el borsh verde (el rojo lo había probado ya en la estación de esquí), que sabe a caldo normal, y una especie de raviolis gigantes con forma de empanadilla llamados pirogui con smetana, una salsa de sabor similar al yogur, muy común en todo el centro y este de Europa. Sí, yo también me acuerdo siempre del compositor de El Moldava. No me parece un nombre serio para un músico importante. Imagínate llamarte Ludwig von Ketchup. O Wolfgang Amadeus Mostaza. (Por cierto, que me acabo de dar cuenta de que por aquí no deben de existir las empanadillas.)

Cuando se acercó la hora de irme nos dirigimos a la parada de tranvía. No daban pasado ni el 1 ni el 9 y yo ya me estaba poniendo nervioso, porque menuda gracia me iba a hacer perder el tren de las 21:30. Echamos a andar apurados hasta que cogimos otro que no lleva a la estación, pero al menos
Criptogramas
te acerca. Luego ella se tuvo que ir, me dio unas indicaciones y me dejó solo; minutos después me mandó un mensaje diciendo que detrás venía el 9. Bajé, le pregunté a un señor muy majo que sólo hablaba ucraniano pero hizo todo lo posible para que le entendiera, eran sobre y cuarto ya, vino el tranvía, monté, bajé en la calle de la estación, eché a correr como un descosido procurando al mismo tiempo no resbalar en las baldosas húmedas, y entonces me di cuenta de la situación y pensé: Jo. Estoy corriendo a toda velocidad por la calle de la estación de Lviv, ciudad extraña, lejísimos de casa, con letreros en cirílico y lengua casi desconocida, para no perder el tren que me llevará a Budapest. ¿Cuánta gente puede decir eso? Tengo una suerte que no me la merezco.

Y en ese momento, amigos míos, fui tremendamente feliz.

6 comments:

  1. Aaah!! Pero cogiste el tren o no? Qué suspense!

    Un abrazo

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  2. Jajaja pues claro que lo cogí, man, si no no habría una entrada de Budapest del día 13 y no terminaría aquí la parte de Lviv.

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  3. Algunos de los criptogramas con forma de triángulo son como los símbolos de las "magias" que tiene Geralt de Rivia

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  4. Creo que en su momento eran símbolos científicos internacionales, o como los quieras llamar. A mí me hacen pensar en alquimia y esas cosas... De todos modos, los triángulos de fuego, aire, agua y tierra, o como rayos sea el orden, dos hacia arriba y dos hacia abajo, dos con línea horizontal atravesándolos y dos sin ella, salen incluso en un atlas gordo que tenemos en casa. O sea que seguro que los del Witcher los sacaron de ahí.

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  5. Cómo má molao esta entrada, siii señooorrr, y las fotos también claro, vaya sitio curioso ;-)

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