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Thursday, May 21, 2020

Los telefonillos centroeuropeos

Suele decirse que el que tú hagas las cosas de una determinada manera desde que naciste no significa que esa manera sea la más eficiente, y si te resulta más cómodo es más debido al hábito que a la superior eficacia. Por tanto, las costumbres de otros países o culturas no son mejores ni peores que las propias, sino que son simplemente distintas maneras de hacer las cosas, cada una con sus ventajas y sus desventajas.

Bla, bla, bla.

Cuando tú llegas a un bloque de viviendas en España, te encuentras de inmediato con un sistema alfanumérico ordenado. Si el edificio tiene ocho pisos con cuatro viviendas en cada uno, los pisos se numeran del 1 al 8 en su forma ordinal, y a las viviendas se les asignan las primeras letras del abecedario, tantas como viviendas haya por piso: en este caso, A, B, C y D, generalmente de izquierda a derecha. Si vives en el sexto piso en la primera puerta por la izquierda, el código identificativo único de tu vivienda será el 6.ºA; si vives en el cuarto piso en la tercera puerta, estás en el 4.ºC; y así sucesivamente. En el portal, el telefonillo (portero automático, intercomunicador) tiene tantas filas como pisos hay, tantas columnas como viviendas por piso, y tantos botones como viviendas, para que al llamar a uno concreto sólo te puedan atender en la vivienda correspondiente. Es lógico e intuitivo. Si tienes que visitar a alguien, basta que te diga que vive en el 2.ºB, y tú ya sabrás a qué botón del telefonillo llamar, a qué piso subir y qué puerta buscar.

En Hungría no.

En Hungría (y en Eslovaquia, y en Polonia), cuando llegas a un edificio de viviendas, lo primero que sorprende es que, sea una belleza arquitectónica de estilo neoclásico construida en 1880 con una puerta enorme de madera maciza o un bloque colmena socialista chungo de 1972 lleno de grietas y desconchados y con puerta de hierro oxidada, el portal va a tener siempre un teclado numérico táctil conectado a un sistema electromagnético que mantiene la puerta firmemente cerrada. Para entrar tienes que introducir un código, y el panel es tal que asín:


Kapucsengő, pronunciado capuchengo


Seguro que lo estás viendo y me dirás: qué fácil, ya lo entendí. Si quiero visitar a Zoltán Péter marco el 25, y si quiero entregarle un paquete a Csillag Gabi, marcaré el 36. Pues sí, hasta ahí todo va bien. Posiblemente la primera vez te líes y no sepas muy bien si darle al botón de la llave antes del código, o después, o si darle a la C (ahí pone Del pero suele ser una C), pero bueno, pongamos que ya has aprendido que sólo tienes que marcar el número y esperar. Marcas el 13 y Attila te abre: ya estás dentro. Avanzas unos pasos y te encuentras en un patio interior con escaleras a un lado.

Como es el único dato que tienes, deduces que debes buscar la puerta con el 13. Entonces te das cuenta de que te enfrentas a otro problema: hay seis pisos, ¿a cuál subes? ¡Ah! Pues no lo sabes. Quizá intentes aplicar la lógica de los hoteles, en los que habitualmente la primera cifra es el número del piso, pero enseguida te darás cuenta de que eso no encaja. Entonces te armas de paciencia, subes las escaleras y empiezas a mirar todas las puertas una por una, con los dedos cruzados y deseando que la de Attila conserve el letrerito con el número, porque a algunas se les cayó hace veinte años. Te recorres el pasillo del primer piso: nada. Desandas el camino, vuelves a las escaleras y subes al segundo. Continúas la búsqueda. ¡Mira, ahí está! ¡Bien! Llamas, toc toc, y te sale una señora mayor. Hola, busco a Attila Szűcs. Pues no es aquí. Vaya, disculpe, ¿y sabe dónde vive? Lo lamento, joven, no sé de quién me habla. Resulta que el código del capuchengo no se corresponde con el número de la vivienda. Pues nada, te has quedado sin pistas. Bajas de nuevo al portal, vuelves a timbrar y le preguntas a Attila, que lleva un buen rato esperando y preguntándose qué te habrá pasado, cuál es el piso y puerta al que tienes que subir. Te responde y añade que ya te lo había dicho antes, pero tú no le oíste porque ya estabas cruzando el umbral mientras gritabas «¡yaaa!».

Esta idiotez de sistema, que requiere como mínimo tres datos diferentes (código, piso y puerta, o bien nombre completo, piso y puerta) en lugar de un solo dato de dos caracteres que incluye todo (3A), ya es bastante fastidioso cuando vas a visitar a alguien, sobre todo en edificios grandes. Un amigo mío vivía en uno que tiene dos patios internos idénticos y cada piso de cada patio tiene cinco o seis viviendas a cada lado; me perdí las primeras veces, y que me dijera por el móvil «loco, é el telsel piso, la puelta sei, como tú sale del asensol a la iquielda y to jreto» no siempre me ayudaba si yo me había metido en el otro patio.

Pero tiene más problemas aún. Por ejemplo, las cartas y los paquetes muchas veces no incluyen el capuchengo, sobre todo si vienen del extranjero, por lo que el cartero si está de buenas a lo mejor intenta encontrarte, pero si no, te dejará la notificación en el buzón y listo, aunque estés en casa. Si es un repartidor de pizza o de paquetería y tiene tu móvil, tendrá que llamarte por teléfono, preguntarte el capuchengo, timbrar y tú coger y abrirle, porque encima no puedes abrir el portal desde tu vivienda si no te timbran previamente, ni si te estás lavando los dientes y tardas más de veinte segundos en enjuagarte, secarte los morros y llegar a la puerta; en cuyo caso, o te timbra de nuevo, o bajas corriendo al portal con un tenis en un pie y una pantufla en el otro jugándote la crisma en unas espléndidas pero resbaladizas escaleras decimonónicas desde las cuales siglos de historia nos contemplan para llegar jadeando a la calle y ver con impotencia cómo la furgoneta dobla la esquina y desaparece.

Por último —y esto es la tijera que corta el finísimo hilo del que colgaba la poca lógica que pudiera haber—, si vives de alquiler, el nombre que está escrito en el listado del capuchengo seguramente no va a ser el tuyo, sino el del dueño del piso. O sea, que al final vives en un piso que no se corresponde con tu código de telefonillo, y el nombre que aparece en el telefonillo no se corresponde con el tuyo. Absurdo.

Hay sitios donde hacen las cosas mal, y punto.

Monday, April 1, 2019

Budapest: Isla Margarita una mañana de primavera


Aprovechando los pocos días que los cerezos y los almendros están en flor, y que esta semana tuve turno de noche, el viernes por la mañana cogí el tranvía hasta la isla Margarita para dar un paseo con Mileth en las orejas y la cámara de fotos en la mano. Hacía una mañana preciosa, con diez o doce grados de temperatura, nada de brisa y un solete maravilloso que te acariciaba la cocorota, y las únicas personas que había eran jardineros, corredores y dueños de perros, cuyos bichos peludos eran pura felicidad y no paraban de corretear y revolcarse. De ser perros, vaya.

Las fotos son todas mías. Por supuesto, no captan ni el 10% de la belleza del parque ese día, pero espero que te guste al menos alguna. Puedes agrandarlas si pinchas en ellas, y si te resulta más cómodo, puedes verlas en la página de Facebook de Mochila Feliz, en el álbum titulado Isla Margarita una mañana de primavera.

Si no ves las fotos, pincha en Read more:

Wednesday, March 27, 2019

Otra bomba encontrada en Budapest

Hablábamos hace poco de una pintada en ruso que marcaba un edificio como registrado en busca de minas y de las muchas bombas no detonadas que se siguen encontrando en Budapest. Pues bien, este lunes 25 por la tarde se encontró otra durante las obras de renovación de la plaza Vörösmarty, la más central, turística y transitada de la ciudad. Cientos de personas pisaron cada día encima de esta bomba durante los últimos 74 años. Se conoce que por allí no pasó nuestro amigo el lugarteniente Gustavev...





Fotos de index.hu, allí encontrarás más si te apetece verlas.

¡Bombas, bombaaas! ¡Exta sí! ¡Exta no! ¡Exta me gusta pero no explotó!

Thursday, February 14, 2019

El graffiti del buscaminas ruso


Una de las cosas más chulas que encontré en Budapest recientemente es esa pintada en ruso medio desvanecida. Dice esto:

ПРОВЕРЕНО
МИН НЕ ОБНАРУЖЕНО
„РЕФЛЕКС“
7-3-45 л-т Густавев

Traducción:

REGISTRADO
MINAS NO ENCONTRADAS
«REFLEX»
7-3-45 Lte. Gustavev

En los últimos meses de la segunda guerra mundial, cuando los rusos ya avanzaban implacables hacia Berlín, Budapest se les atragantó un poco, y desde que llegaron el 29 de octubre de 1944 pasaron 108 días hasta que la tomaron por completo, el 13 de febrero del año siguiente, hace hoy 74 años. Las consecuencias fueron montones de cosas rotas, gente sangrando cantidad y muchos explosivos no detonados, tanto proyectiles como minas. Cada poco tiempo encuentran uno de estos explosivos (generalmente en obras de construcción o similares) y tienen que paralizar y evacuar la zona donde se encuentra, y de verdad que la frecuencia sigue siendo relativamente alta a día de hoy: los tres primeros resultados de buscar en Google «wwii bomb found budapest» son noticias de 2013, 2016 y el verano pasado. Si siete décadas más tarde y con la ciudad completamente reconstruida y ampliamente expandida siguen apareciendo bombas, imagínate cuántas habría al acabar la batalla. Lo peor no son las bombas que caen desde nosecuántos metros de altura y no explotan, porque esas seguramente tampoco van a explotar si les das una patada tú, sino las minas, que están ahí puestas y ahí quedan, no cambian de bando ni se desactivan aunque reciban la circular de que la guerra terminó. Recién conquistada una ciudad, antes de hacer nada en ella hay que llevar a cabo una cuidadosa limpieza. Y en eso pasaron el día nuestro amigo el lugarteniente Gustavev y su compañía Reflex el 7 de marzo de 1945.

Tuesday, December 12, 2017

Muesli en Bartók Béla út



Buenos días a todo el mundo, y muchas gracias por acompañarme una mañana más en esta nueva edición de «Qué está haciendo Grilo ahora mismo». Hoy, tras salir de mi turno de noche, he decidido entrar a una de las pintorescas cafeterías de la avenida Béla Bartók a tomarme un café latte gigantesco mientras leo y espero a que abran las tiendas de pantalones. El destino ha querido que la primera que encontré abierta sea al mismo tiempo una galería de arte en el piso de arriba, esté llena de estanterías llenas a su vez de libros y tengan puesto un hilo musical de versiones instrumentales new age de Michael Jackson y Queen. (Añado que me pasé la mitad de la noche leyendo un maravilloso libro sobre Queen que acabo de comprar; ya mencioné el destino en la frase anterior.) Después del café, miré el resto de la carta por curiosidad y me entraron ganas de pedirme un, atención, muesli con frutas deshidratadas, puré de mango, miel, manzana, plátano y yogur. Que está cojonudo. All we heaaar is, Radio Gaga.
Kelet Kávézó és Galéria, 6 · XII · 2017 8:53





Wednesday, May 10, 2017

Bogrács en Tata

Cseke-tó, 6·V·2017


Tanto mis compañeros de la oficina como yo vivimos en Budapest (al menos durante la semana), a excepción de una persona: Orsolya, Orsi para los amigos (y Úrsula para los clientes), que vive en un pueblo más al norte llamado Tata y que se chupa hora y media de ida y otro tanto de vuelta cada día. Muchas veces salimos de fiesta toda la panda, pero como ella siempre falta por lo lejos que vive, el mes pasado nos dijo: el 6 de mayo os venís toda la montaña a mí. Y eso es lo que hicimos este sábado.

El plan era más bien vago. Vago para los invitados, porque Orsi tuvo que comprar previamente la comida y preparar una tarta cuajonuten; pero luego simplemente pasaríamos el día en el bar con terracita, propiedad de amigos suyos, que está junto al lago Cseke, pronunciado cheque, como el del portador. La comida fue carne de ciervo preparada en bogrács. Bogrács se pronuncia «bógraach» y consiste en un caldero que cuelga de tres palos con una cadena, muy enxebre, aunque este era de diseño minimalista escandinavo y en lugar de tres palos tenía uno solo en forma de L:


Tuesday, April 4, 2017

Danubio semihelado

Era domingo y no hacía mal día, pero sí hacía frío, y en general no me apetecía nada salir. Sin embargo, como sé que el apalancamiento lleva al hastío al final del día y con el hastío al final de un domingo ya no hay nada que hacer más que comérselo con patatas, y como de vez en cuando recuerdo una frase muy de libro de autoayuda que dice que para que pasen cosas interesantes hay que salir de casa, decidí coger la cámara grande y visitar la tumba de Gül Baba, porque la vez que fui estaba en obras. Me abrigué, bajé a la calle y me metí en el tranvía. –10 ºC teníamos este día, ocho de enero. Cuando cruzamos el puente de Margarita miré distraídamente por la ventana hacia el sur, porque es una vista bonita y me gusta hacerlo, y me encontré con esta estampa:


La diferencia entre la tumba de Gül Baba y el hielo de un río centroeuropeo es que lo primero está en el mismo sitio todo el año y lo segundo no. Además, entre que iba y venía, iba a estar poniéndose el sol ya, lo que me impediría hacer fotos decentes. Tardé una parada más en hacer este complejo razonamiento, pero finalmente me bajé del tranvía y retrocedí unos metros. La posición desde el puente daba pocas posibilidades; por suerte, la isla Margarita, que da nombre al puente, está justo debajo, así que bajé a buscar otros ángulos y tirarme en el suelo en posturas graciosas y hacerme el fotógrafo en general. He aquí un extracto de las imágenes cosechadas ese día. Pínchales encima para agrandarlas.

Actualización: ahora también disponibles en el Facebook de Mochila Feliz, con un visor más cómodo.


Esta tiene pájaros, ¿los ves?






No pude evitar acordarme del conde István Széchenyi, que en 1820 no pudo ir a funeral de su padre porque el río estaba igual que este día y tuvo que esperar una semana para poder cruzarlo, lo que le llevó a prometer que por sus condales cojones se iba a construir, bajo financiación suya, un puente permanente en Budapest: el que aún lleva su nombre, Széchenyi Lánchíd. Puente de las Cadenas en castellano. Pero nosotros seguimos en el de Margarita.












Y mi foto favorita:



Después de todo esto seguí mi camino hasta el mausoleo del poeta otomano, para encontrarme que, un año y cuatro meses más tarde, sigue en obras y no se puede visitar. Bajé por la antiquísima calle a la que da nombre, y para terminar el paseo fui hacia el metro caminando no por la carretera que pasa junto al río, sino por la paralela, gracias a lo cual me topé con dos cosas que nunca había visto antes:


La plaza de Józef Bem, general polaco que apoyó a los húngaros en la revolución de 1848 contra los Habsburgo y lugar donde, icónica y en absoluto casualmente, empezó la de 1956 contra los soviéticos.


Y esta estatua de Tarás Shevchenko, una de las más grandes figuras de la literatura ucraniana, aunque no sé muy bien qué pinta ahí.

Resultado: Grilo uno, hastío cero.

Monday, November 7, 2016

Testimonios de la revolución húngara de 1956

El pasado día 23 de octubre fue el 60.º aniversario del inicio de la revolución popular que se inició en Budapest contra la influencia de la Unión Soviética en la política de Hungría, país que se suponía independiente y soberano pero en la práctica estaba sujeto a los intereses de Moscú. El martes 23 de octubre de 1956, las calles de Budapest se llenaron de manifestantes, tiraron la estatua de Stalin, esa misma noche entraron los tanques rusos, se les fue todo a todos de las manos y dos semanas más tarde había muerto un montón de gente, se habían roto cantidá de edificios, pero las leyes se quedaron como estaban. Viene todo muy bien contado en la Wikipedia.

De Sztálin sólo quedaron las botas.
Foto: Gyula Nagy, Fortepan.hu

Con motivo de este aniversario, la ciudad estuvo todo el año empapelada de carteles enormes sobre el tema, y durante un mes se hicieron montones de actividades relacionadas con la revolución. Una de esas actividades fue un congreso de un día, el 11 de octubre, organizado por el Danube Insitute y realizado en inglés. Como por aquí no se hacen muchos congresos sobre temas históricos en idiomas que yo entienda, no quise dejar pasar la oportunidad. Al final, debido a que la noche anterior no había dormido más que tres o cuatro horas, me perdí la mayor parte del congreso (cuando se te cae la cabeza, eres incapaz de mantener los ojos abiertos y no sigues el hilo de absolutamente nada, tienes que admitir tu derrota y pirarte a casa), pero por suerte me mantuve perfectamente despierto en la parte que más me interesaba: la de los testimonios de dos señores, Gyula Várallyay (79 años) y János Horváth (95), que participaron directamente en la revolución. Tanto me gustaron sus intervenciones que tomé notas para poder hacer un resumen aquí.

Cartel de la plaza Blaha Lujza. Foto sacada de aquí.

Várallyay empezó su relato listando tres puntos que considera de gran importancia: uno, que los estudiantes desempeñaron un papel primordial en la revolución; dos, que en esa época los universitarios gozaban de gran prestigio; y tres, que aunque la hubieran iniciado estudiantes, hubo una gran solidaridad para con ellos por parte de otra gente que, o bien se unió, o les ayudaron de alguna manera.

La manifestación con la que se inició todo el embrollo se gestó el día 22 en la Universidad Técnica de Budapest, en una reunión que empezó al principio de la tarde y se alargó hasta la medianoche y durante la cual se redactó una serie de exigencias en 16 puntos. Várallyay era uno de los aproximadamente 2.000 participantes, y cuenta que allí fue donde alguien preguntó en voz alta por qué rayos había tropas rusas en suelo húngaro, tras lo cual se gritó por primera vez lo que se convertiría en la principal consigna: ruszkik haza (ruskis a casa). Buena parte de estos estudiantes vivían en la residencia universitaria de la cercana avenida Béla Bartók, donde sucedió una escena curiosa. Corría el rumor de que a la estación de Kelenföld, ubicada a las afueras al oeste de la ciudad, estaba llegando ayuda desde Austria. Ni cortos ni perezosos, los estudiantes pararon un camión que pasaba por delante de la residencia y le dijeron al conductor: mira, necesitamos que nos lleves a Kelenföld a por unas cosas. Les respondió: vale, pero se me está acabando la gasolina. Entonces fueron a un lugar cercano a pedir gasolina, donde se la dieron y les desearon suerte. Más adelante se enteraron de que eso era un centro de inteligencia militar. (Sí, como estarás pensando, la purga que hubo en los meses siguientes en el ejército fue muy divertida también.)

Nótese la sombra del objeto arrancado.
Foto: Gyula Nagy / Fortepan.hu


Horváth, que entonces ya tenía 35 años y había vivido los convulsos años 30 y 40, contaba que había estado en la cárcel unos años antes, donde había conocido, entre otros, a gente de la Cruz Flechada, el partido nacionalsocialista húngaro. Ese 23 de octubre, hacia la tarde, cuando ya una gran riada de gente se dirigía hacia el Parlamento y los viejos, emocionados, los saludaban desde las aceras agitando un pañuelo, vio a varios de esos cruces flechadas, que iban a su bola en otra dirección. Habló con ellos, les preguntó por qué no se unían, y dijeron: «eso es cosa de comunistas, no nos interesa». Efectivamente, es importante subrayar que el líder político al que aclamaban los manifestantes, Imre Nagy, era comunista; reformista, sí, pero leal al partido en todo momento. Con todo, Horváth recordó un instante que le emocionó, que fue cuando, ya reunida la masa detrás del Parlamento, Nagy comenzó su discurso, no con el clásico «camaradas proletarios», sino con un Magyar testvérek!, «¡Hermanos húngaros!».

En los días siguientes ya no hubo manifestantes de paseo ni tranquilos discursos, sino tanques y cócteles molotov y pumpún y aaaaa. Sin embargo, siendo este un país cuya población no tiene en general más escrúpulos que la española, llama la atención que no hubiera saqueos. Había escaparates rotos por doquier, había cajas abiertas en las que se recogía dinero para la revolución, y ni entraban a robar a las tiendas ni se vaciaban esas cajas si no era para gastar el dinero en quello para lo que estaba pensado. Algunos no perdieron el humor: contaba Várallyay que en un momento dado andaba por una calle un tanque que disparó, y alguien gritó: «¡Eh, no disparéis! ¡Que hay gente!». Otra cosa que señaló el mismo testigo fue que incluso los házmester, que no me queda muy claro si son conserjes o porteros o ambas cosas, se pusieron del lado de los manifestantes. Los conserjes en general tenían fama de arrimarse al sol que más calienta, que a finales de la guerra eran los más fascistas y después los más comunistas, y le sorprendió que alguno de ellos, a verlos pasar, les abriera la puerta y les dijera: eh, chavales, meteos aquí si queréis refugiaros. Por lo visto, hasta los policías azules apoyaron a los revolucionarios; no sé qué narices eran los policías azules, pero el señor lo mencionó como algo sorprendente, así que debía de serlo.

La «Caja de comunidad» del Monopoly.
Foto: István Papp / Fortepan.hu

Por último, es interesante señalar algo que Horváth recalcó bastante. En esos días corrían rumores de que, si los revolucionaros aguantaban un par de semanas, vendrían los yanquis, o los occidentales, o qué sé yo quién, a ayudarles en su lucha. Sin embargo, sólo fueron eso: rumores, aunque mucha gente se los tomara en serio y se siga mencionando sesenta años más tarde. Según él, nunca hubo ninguna declaración oficial por parte de países occidentales que afirmara que fueran a mandar ayuda, y es exactamente lo que sucedió. El 4 de noviembre, tras unos días de relativa tranquilidad, Moscú mandó volver a meter los tanques y atacar sin contemplaciones. Seis días más tarde se rendían los últimos revolucionarios.

————

En cuanto a mí, el día del congreso comí gratis, porque daban, y me llevé también varias revistas de temas históricos y políticos que tenían para coger. O sea que ni tan mal. Quizá habría sido interesante haber escuchado más ponencias, pero tengo que decir en mi descargo que todas en las que estuve presente, que fueron como el 70% (otra cosa es que estuviera despierto), y a excepción de las de estos dos señores, eran leídas; y una ponencia leída se me hace muy difícil de seguir, ya sea sobre Moonsorrow. Ahora acabo de pasar todo el domingo metido en casa escribiendo esta entrada y buscando fotos y demás —por eso publico con tan poca frecuencia— y voy a aprovechar para dejar enlaces a un par de sitios molones que encontré:

- Las ubicaciones de las fotos más famosas, en 1956 y ahora. Dieciocho.
- Fotos de la revolución de Gyula Nagy. Quinientas cincuenta y una. Tanques rotos, casas rotas, estatuas rotas y colocadas en posturas graciosas. El enlace te lleva a la primera.

Tuesday, May 31, 2016

Mochila budapestosa permanente (feat. documental de Moonsorrow)

Llevo mucho tiempo sin escribir aquí, porque en los últimos tiempos ha habido unos cuantos cambios en mi vida. Entre otras cosas, como acabáis de comprobar, he empezado a utilizar el pretérito perfecto compuesto esporádicamente. Pero hay otros cambios de importancia e impacto equivalente o superior: empecé a trabajar a tiempo completo (a estas alturas de la película ya iba siendo hora) y me mudé al extranjero.

Hoy cumplo cinco meses viviendo en Budapest, ciudad que los que seguís el blog desde hace tiempo sabéis que no me gusta nada. Llegué la noche del 30 al 31 de diciembre del 2015, con trabajo y piso, todo ello fruto de una serie de afortunadas coincidencias iniciada un par de meses antes. Las razones por la que no publiqué nada hasta ahora son, inicialmente, la novedad y periodo de adaptación; y después, un proyecto que tengo entre manos: un documental de Moonsorrow. Se le ocurrió a Leo y me lo propuso cuando lo visité; desde entonces estuvimos un año y pico de preproducción hablando con gente, viajando, barajando posibilidades, urdiendo planes y preparando cosas, hasta que el día 12 de este mes salió la campaña de crowdfunding en Indiegogo (http://igg.me/at/homeofthewind), que durará hasta el 11 de junio. En unas quince horas sacamos 7.000 €, que no está nada mal. El vídeo, con audio en inglés y subtítulos en inglés y castellano, es así de molón:


Home of the Wind (Moonsorrow Documentary) - Crowdfunding Campaign from Jörmungandr Media on Vimeo.

Todo grabado y montado por Leo, que es un artista de lo audiovisual, y además tuvimos otros cuatro colaboradores que se encargaron de corregir el color, masterizar el audio, componer la música (basada en distintos temas de Moonsorrow) y sincronizar los subtítulos. Es la misma gente que se va a encargar del documental itself. ¿Y yo qué voy a hacer?, os preguntaréis. Pues yo escribí la biografía en la que se basará y voy a ser quien realice las entrevistas. Pretendemos que, además de lo musical, tenga también una cara filosófico-contemplativa, y tanto en lo visual como en lo argumental se le va a dar un tratamiento cinematográfico, aunque la escena de la persecución aún tenemos que madurarla un poco más. Tonterías aparte, lo del tratamiento cinematográfico no es ninguna broma: pretendemos que tenga un leitmotiv, planos un poco originales y todo ese tipo de cosas. Leo es el que sabe de cine.

Volvamos a Budapest. Hablemos primero del trabajo, que es lo que permite lo demás.

Hace cuatro meses yo era un pobre muchacho, un pringadete de un barrio, un currela, un tiradete, un chaval, un fracasado al que una amiga segoviAna (que ya os presenté) le mandó una oferta de trabajo en Budapest: traductor en una empresa de impresoras. Celtas Cortos aparte, tan fracasado no era porque tenía trabajo: un trabajo de pocas horas, perfecto para un universitario... cosa que ya no era. O sea que ese puesto en Budapest me vendría muy bien, y cambiar de aires, también. Ese trabajo no salió, pero fue la chispa que inició el proceso de búsqueda por Europa. Mandé currículums a Hungría, Elovaquia, Luxemburgo (que estuvo a puntito de salirme) y Dinamarca, y busqué en Suiza, pero el único puesto interesante que encontré allí requería ser un gran aficionado y tener muchos conocimientos de fútbol. Para trabajar en la biblioteca de la UEFA, comprensiblemente, te exigen eso. O de la FIFA, no me acuerdo ya. But I digress. Además de mandar mis propias candidaturas, les comenté a un par de personas residentes en Budapest que andaba buscando trabajo, y que me avisaran si se enteraban de algo. No me esperaba nada, porque nada suele pasar en esos casos, pero a los pocos días ambas me pidieron el currículum, y a la semana siguiente recibí un email de una empresa sobre el puesto al que «me había presentado» y que no tenía la más remota idea de en qué consistía. Tras dos procesos de selección paralelos, en el que más me interesó me dijeron: empiezas el 4 de enero a las 9 de la mañana.

Mi trabajo está relacionado con la informática, en un giro del guión que creo que nadie se esperaba. En un principio, también con las lenguas... en cierto modo, porque usaba tanto el inglés como el español, sobre todo el primero. Así fue durante tres meses, de los cuales pasé uno y medio en formación: la empresa no escatima un florín en eso. Lo malo fue que estaba yo tan contento cogiendo carrerilla y sintiéndome cada vez más cómo y suelto en el trabajo cuando, el último día de marzo, me llamaron al despacho de la jefa para comunicarme que, muy a su pesar, había órdenes de arriba para cambiarme de proyecto. No me hizo ni puñetera gracia, porque el proyecto nuevo está en otro edificio que me queda más lejos y es peor en todos los sentidos, porque acaba de empezar y en ese momento era un caos y una improvisación constante. Ahora va mejorando poco a poco. Algunos de mis antiguos compañeros me dijeron que, en el fondo, había tenido suerte, porque el proyecto anterior ya estaba establecido y tenía todos sus puestos cubiertos, por lo que es muy difícil subir; mientras que el nuevo aún lo tiene todo por hacer y me puedo asegurar alguno de los primeros puestos de mini-responsabilidad que vayan surgiendo. Ayer mismo se empezó a hablar de esto, y el jefe me propuso para el control de calidad. Veremos cómo se va desarrollando todo.

Esto es lo que veo todas las mañanas de camino al trabajo.


¿La vivienda? La vivienda también empezó muy bien. Una habitación grande como un campo de fútbol (24 m·m), más grande de hecho que el salón de mi casa back home, con dos camas, estantería enorme, armario y sofá, en un piso compartido con un chaval llamado Balázs, hermano de vuestra vieja conocida Vica y a quien conocí durante mi Erasmus en Eslovaquia, en un par de mis muchas visitas a esta ciudad. En estos cinco meses ya tuve unas cuantas visitas a la gran habitación: en una fecha tan temprana como el 8 de enero ya tenía aquí a Jasmina la serbia; poco después a Isa y Mariña, amiga de la facultad y su amiga; luego a Robert, a quien conocí en un congreso el año pasado; y la semana pasada a Yolanda, amiga ya de más de media vida, y a su hermana Ilina. Todos se quedaron en mi súper habitación, por supuesto, pero el pernoctar se va a acabar, porque la misma semana que me cambiaron de oficina el casero nos dijo que quería vender el piso, cosa que logró la semana pasada, así que ahora tenemos dos meses para pirarnos. Y ni de coña vamos a encontrar un piso tan grande, barato y bien situado como este. Uno de esos tres factores se va a tener que sacrificar. Pero no os pongáis muy tristes, visitantes potenciales, porque lo que estamos mirando de sacrificar es una parte del precio y otra de la ubicación: nos iremos un poquillo más lejos del centro a un piso un poquillo más caro; y quizá un poquitín más pequeño, sure, pero poco más. Tenemos que encontrar un equilibrio entre mi preferencia por la cercanía al centro y la de Balázs por una habitación gigantesca en la que sacarle rendimiento a su proyector y montarse sus fiestas. Con un poco de suerte, no será difícil de encontrar. O sea que, en realidad, el pernoctar aún va a durar. Y por cierto, si te estás preguntando cómo se pronuncia el nombre del chaval este, imagínate lo que contestaría Rajoy si le preguntaras qué disparan las pistolas.

Un intento de foto artística featuring Jasmina.


¿Y qué más? Paso un montón de tiempo con Essi, a veces visitando museos o lugares de la ciudad o directamente otras ciudades, o a veces no haciendo gran cosa. Voy a muchísimos conciertos, sólo en abril tuve cinco o seis, que son los que tenía antes en un año. Como digo siempre, si vine fue por una razón... Es una pena que no pueda ir a muchas más actividades culturales, porque las hacen todas en un idioma probablemente inventado que no alcanzo a comprender. Fui a clases de húngaro, pero lo malo es que duraron sólo dos meses, y el precio es más o menos aceptable para lo que fue pero no es ni de coña para pagarlo todos los meses. Ahora mismo estoy ocupado con el documental; después quizá retome el húngaro activamente del aguna manera, pero de momento sigo aprendiendo, porque la inmersión ayuda y hace muy fácil avanzar, aunque sea despacio. Siempre hay alguien a quien preguntar y por todos lados hay nuevas palabras y construcciones que aprender, constantemente. Lo dicho: inmersión.

Así que así andamos. Adaptándome a algo para que ese algo enseguida cambie, generalmente a peor (qué frase más jovial, ya me está influyendo el estereotípico pesimismo húngaro), pero con filosofía, porque lo que es mal, mal no vivo ni de coña. Tengo todo lo que me hace falta y me las estoy apañando perfectamente para vivir sin cocinar, ¿qué más se puede pedir?


Otra cara de Budapest: art déco auténtico hecho trizas.


No voy a prometer más frecuencia en las entradas, porque pa qué, si al final puede que lo cumpla o puede que no. Una como esta ya la empecé a escribir uno o dos meses, me pasé varias horas dándole a la tecla y al final se quedó en el limbo y empecé estoutra de cero. De vez en cuando hago fotos para subir al Facebook del blog, tengo que ponerme un día a ello. Por cierto, hace poco me fui de fototour por mi barrio, que tiene una arquitectura en verdad sorprendente; tengo pendiente subir un álbum, pero merecerán su propia entrada también. Todo vendrá. ¿Recordáis que aún os debo media Inglaterra de febrero del 2015?

El chiste de Rajoy y las balas llevaba latente más de tres años.


Tuesday, January 5, 2016

Hungría 2015 (feat. Eslovaquia)

Visegrád desde Nagymaros.
Estuve trabajando durante todo el verano, el 31 de agosto por la mañana cumplí mi última jornada antes de las vacaciones y esa misma noche ya estaba en un tren a Madrid. Tan pronto llegué a la capital, me compré un billete para Segovia, donde me encontré con dos amigas de allí, o mejor dicho, una amiga y su amiga. Como ya estuve en tan acuedúctica y alcazareña a la par que catedralicia ciudad hace año y medio, Ana y Leti me llevaron a La Granja de San Ildefonso para que viera algo nuevo. En un sitio con ese nombre esperaba encontrarme cerdos y vacas cantando la lotería de Navidad, pero en lugar de eso me hallé paseando por los hermosos jardines de un palacio de ricos.


(Pincha en read more si no ves el resto de la entrada.)

Thursday, September 4, 2014

Back in Centroeuropa 2014 (II)

Mi súper calendario de disponibilidades


No te pierdas la primera parte. Esta segunda también tiene glosario al final.

Vuelvo a estar en un tren, esta vez de Trnava a Bratislava, y son las 12:20 del 3 de agosto. Nos quedamos en la isla Margarita. Después de eso no recuerdo qué hicimos, pero probablemente nada.
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Hola de nuevo. Como veis, el otro día no escribí una mierda, porque el viaje fue más corto de lo que esperaba. Ahora estoy en el tren contrario al primer día que escribí, c’est-à-dire, Bratislava-Budapest. Pero no adelantemos acontecimientos.

Así que seguimos en la isla Margarita. Además de bicicletear, estuvimos un rato viendo la fuente luminoso-musical que allí hay. Cuando nos fuimos de la isla ya volvimos a casa y no hicimos nada más. A la mañana siguiente decidimos dar un paseíto por Városliget, el parque municipal, que queda cerca de casa de Essi y lo echaba de menos; ella a mitad de paseo se tuvo que ir, y en el rato que estuve solo fui a ver el museo de la locomoción emplazado en dicho parque, museo que resultó ser bastante más grande de lo que me esperaba, a consecuencia de lo cual tuve que verlo a fume de carozo, y... Vale, confieso que esa no es toda la verdad. Como siempre que entro en un museo, me tiré dos años en los primeros cinco metros y luego sí que tuve que andar a correr. Ayudó a evitar la tentación de demorarme más el hecho de que casi todo está escrito solamente en húngaro. Más tarde me dirigí a Kodály körönd, me reuní con mi compañera de budapésticas fatigas y tiramos hacia la zona de Deák para comer y, posteriormente, reunirnos de nuevo con Andrea y Balázs.

A ver si encuentras la mochila.

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Wednesday, August 13, 2014

Back in Centroeuropa 2014 (I)

El palacio de Buda (el Palota para los amigos), desde el río

Son las 9:54 del día 30 de julio de 2014 y escribo esto en un tren que me leva, me leva de Budapest a Bratislava. ¿Se puede ser más feliz? Lo que en esta entrada refiero es más que nada un compte-rendu, o an account, o como rayos se diga en castellano, de mis viajes desde que salí de casa el día 22 hasta hoy, sin entrar en grandes análisis o anécdotas. O a lo mejor en alguno sí. Como voy a meter muchas referencias culturales que quizá no conozcáis (como tampoco las conocía yo antes de llegar a esos sitios), al final de esta entrada adjunto un glosario.

El martes 22, como digo, salí de casa con la sonrisa puesta y los ojos aún somnolientos para coger el tren a Madrid de las 8:15. Dormí un rato, leí otro rato, y a las 14:40 llegué a Chamartín, donde no tardó en reunirse Enzo conmigo. Fuimos a comer a un sitio cutrísimo, hablamos un rato de nuestras cosas y poco más tarde nos despedimos porque él tenía que hacer nosequé, así que yo me cogí el cercanías hasta Barajas (perdón: Aeropuerto Internacional Adolfo Suárez). Espera, facturación, embarque, despegue, oídos taponados, húngaro por los altavoces, ciruelas de merienda, y a las doce de la noche estaba una vez más en el aeropuerto Liszt Ferenc, desta volta con mi amiga Essi, a la que quizá recordéis. Llegamos a casa, cenamos y estuvimos de cháchara hasta las cuatro o cinco de la mañana poniendo música de Mike Patton y contándonos nuestras penas. Al día siguiente, tras levantarnos a las tantas y desayunar a la hora de comer, salimos a pasear. Lo de levantarse tarde puede parecer un derroche de tiempo, y disculpad la aparente chulería, pero estuve en Budapest las veces suficientes como para que me dé igual. Fue un paseo turístico sin originalidad ninguna, pero ¿quién se cansa de ver Andrássy út, Szabadság tér, el Parlamento o el Lánchíd aunque sea mil veces? El Parlamento estaba esta vez más limpio que nunca y, creo que por primera vez en mis muchas visitas, sin andamios en ninguna de sus partes. La plaza de detrás está completamente renovada, ahora te puedes acercar más, y la gran novedad es que ahora se puede caminar por delante del edificio, entre éste y el río, zona que antes estaba limitada al tráfico rodado. Hacía solete y estaba precioso todo. Comimos un kebab en plato, que ya lo echaba un poquito de menos, y para redondear la tarde, Essi me invitó a un té con gominolas que hacen en un sitio llamado Bubble Tea. Parece que es un concepto que se está poniendo de moda por allí; días más tarde encontré otro similar en Bratislava.


Ez a tea gominolaval!
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Sunday, August 10, 2014

Budapest: Estatua de la Libertad featuring soldadito

Hace poco publiqué una entrada con todas las estatuas del Memento Park. Una de ellas es un soldado que enarbola una bandera y que se hallaba emplazado en el mismo pedestal que la estatua de la Libertad, en un saliente que en la actualidad no tiene nada encima. Cuando busqué una foto antigua no la encontré, y hoy, por pura casualidad, me acabo de encontrar con una. Para quien no esté al tanto: este monumento se erigió en homenaje al Ejército Rojo por la liberación de Hungría (no voy a entrar en polémicas, esa el la versión oficial) y la estatua desaparecida representa a un soldado soviético; desconozco si es alguien en concreto, pero creo que no. Cuando cayó el comunismo, quitaron al señor de ahí y a la señora de arriba le pusieron un velo blanco durante unos días para «purificarla» y despojarla de su significado político. Aquí está la foto:

Fuente: retronom.hu
Nótese además que tenía una estrella roja, que también arrancaron, por supuesto. Esta es la pinta que tiene hoy en día, ¿os acordáis?:


En la foto actual da impresión de ser más grande, ¿verdad?

En la misma web encontré dos fotos del Lánchíd, o puente de las Cadenas, destruido en una y en reconstrucción en otra. No tienen nada que ver con lo de la estatua, pero me molan y las añado.


Tuesday, June 24, 2014

Memento Park en Budapest: los restos del comunismo


Como todos sabéis, Hungría fue un país comunista de la órbita soviética desde que acabó la Segunda Guerra Mundial hasta que cayó (o se levantó, según se mire) lo que Churchill dio en bautizar como Telón de Acero. Además, fue de los primeros, si no el primero, en protestar contra el régimen soviético, con la revolución de 1956. Hungría fue, por lo que tengo entendido, el país que más les tocó las narices a los jefes de Moscú (junto con Polonia, quizá) e incluso consiguieron ciertos privilegios. Tras el cambio de régimen se prohibieron los símbolos comunistas del mismo modo que los nacionalsocialistas.

Pero se les planteó un dilema: ¿qué hacer con todas esas estatuas, placas, monumentos, etcétera, que llenaban Budapest? Dejarlas ahí no les molaba, pero destruirlas tampoco, porque eran (son) una parte de su historia. Así que al final decidieron coger unas cuantas —creo que no fueron todas, que de cada distrito se eligieron unas pocas—, llevarlas a un parque de las afueras y cobrar entrada por verlas. Cuando digo afueras digo muy afueras: desde el centro tardas casi una hora en llegar en transporte público. Datos por si quieres ir:

Dirección:
1223 Budapest XXII. kerület (Dél-Buda), Balatoni út – Szabadkai utca. Aquí. Hay un autobús que pasa justo por allí y la parada está señalizada con letras grandes.

Precio:
Adultos: 1500 HUF
Estudiantes (ISIC): 1000 HUF
(Cinco euros y tres y medio, aproximadamente; cambio actualizado aquí o aquí.)

Horario:
Desde las 10:00 AM hasta la puesta del sol, me hace mucha gracia eso.

www.mementopark.hu

Al abajo firmante le encantan los símbolos y restos del comunismo en general, desde las estatuas de hombres y mujeres fuertes y trabajadores hasta las moles de edificios de centro y suburbios, pasando por fuentes grandes chungas y parques tétricos chungos también, todo ello con aspecto abandonado y medio ruinoso, si puede ser. Desde un punto de vista puramente estético me parecen objetos y lugares espantosamente bellos. No puedo llamarlos bonitos ni dejar de mirarlos embelesado cuando los tengo delante. Visité este parque-museo el 2 de diciembre de 2012 (¡ey, sólo me llevó un año y medio elaborar esta entrada!) y saqué fotos de todos y cada uno de los elementos que allí se exhiben. A continuación podrás ver esas fotos. Son cincuenta y cuatro, sin contar la de la cabecera. Algunas tienen un comentario debajo, la mayoría no. Todas se pueden agrandar pinchando sobre ellas.

Adición a 7 de noviembre de 2016: pueden encontrarse artículos parecidos a este, pero con más información o mejores fotos, aquí, aquí y aquí. Y una corrección: Béla Kun no fue un presidente «de la época»; instauró una república soviética en 1919 que duró 133 días, pero de ahí hasta que llegaron los rusos pasaron veintiséis años, y desde luego no tuvo nada que ver con la Guerra Fría. No llegó ni a ver la segunda guerra mundial. 

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