Tuesday, May 31, 2016

Mochila budapestosa permanente (feat. documental de Moonsorrow)

Llevo mucho tiempo sin escribir aquí, porque en los últimos tiempos ha habido unos cuantos cambios en mi vida. Entre otras cosas, como acabáis de comprobar, he empezado a utilizar el pretérito perfecto compuesto esporádicamente. Pero hay otros cambios de importancia e impacto equivalente o superior: empecé a trabajar a tiempo completo (a estas alturas de la película ya iba siendo hora) y me mudé al extranjero.

Hoy cumplo cinco meses viviendo en Budapest, ciudad que los que seguís el blog desde hace tiempo sabéis que no me gusta nada. Llegué la noche del 30 al 31 de diciembre del 2015, con trabajo y piso, todo ello fruto de una serie de afortunadas coincidencias iniciada un par de meses antes. Las razones por la que no publiqué nada hasta ahora son, inicialmente, la novedad y periodo de adaptación; y después, un proyecto que tengo entre manos: un documental de Moonsorrow. Se le ocurrió a Leo y me lo propuso cuando lo visité; desde entonces estuvimos un año y pico de preproducción hablando con gente, viajando, barajando posibilidades, urdiendo planes y preparando cosas, hasta que el día 12 de este mes salió la campaña de crowdfunding en Indiegogo (http://igg.me/at/homeofthewind), que durará hasta el 11 de junio. En unas quince horas sacamos 7.000 €, que no está nada mal. El vídeo, con audio en inglés y subtítulos en inglés y castellano, es así de molón:


Home of the Wind (Moonsorrow Documentary) - Crowdfunding Campaign from Jörmungandr Media on Vimeo.

Todo grabado y montado por Leo, que es un artista de lo audiovisual, y además tuvimos otros cuatro colaboradores que se encargaron de corregir el color, masterizar el audio, componer la música (basada en distintos temas de Moonsorrow) y sincronizar los subtítulos. Es la misma gente que se va a encargar del documental itself. ¿Y yo qué voy a hacer?, os preguntaréis. Pues yo escribí la biografía en la que se basará y voy a ser quien realice las entrevistas. Pretendemos que, además de lo musical, tenga también una cara filosófico-contemplativa, y tanto en lo visual como en lo argumental se le va a dar un tratamiento cinematográfico, aunque la escena de la persecución aún tenemos que madurarla un poco más. Tonterías aparte, lo del tratamiento cinematográfico no es ninguna broma: pretendemos que tenga un leitmotiv, planos un poco originales y todo ese tipo de cosas. Leo es el que sabe de cine.

Volvamos a Budapest. Hablemos primero del trabajo, que es lo que permite lo demás.

Hace cuatro meses yo era un pobre muchacho, un pringadete de un barrio, un currela, un tiradete, un chaval, un fracasado al que una amiga segoviAna (que ya os presenté) le mandó una oferta de trabajo en Budapest: traductor en una empresa de impresoras. Celtas Cortos aparte, tan fracasado no era porque tenía trabajo: un trabajo de pocas horas, perfecto para un universitario... cosa que ya no era. O sea que ese puesto en Budapest me vendría muy bien, y cambiar de aires, también. Ese trabajo no salió, pero fue la chispa que inició el proceso de búsqueda por Europa. Mandé currículums a Hungría, Elovaquia, Luxemburgo (que estuvo a puntito de salirme) y Dinamarca, y busqué en Suiza, pero el único puesto interesante que encontré allí requería ser un gran aficionado y tener muchos conocimientos de fútbol. Para trabajar en la biblioteca de la UEFA, comprensiblemente, te exigen eso. O de la FIFA, no me acuerdo ya. But I digress. Además de mandar mis propias candidaturas, les comenté a un par de personas residentes en Budapest que andaba buscando trabajo, y que me avisaran si se enteraban de algo. No me esperaba nada, porque nada suele pasar en esos casos, pero a los pocos días ambas me pidieron el currículum, y a la semana siguiente recibí un email de una empresa sobre el puesto al que «me había presentado» y que no tenía la más remota idea de en qué consistía. Tras dos procesos de selección paralelos, en el que más me interesó me dijeron: empiezas el 4 de enero a las 9 de la mañana.

Mi trabajo está relacionado con la informática, en un giro del guión que creo que nadie se esperaba. En un principio, también con las lenguas... en cierto modo, porque usaba tanto el inglés como el español, sobre todo el primero. Así fue durante tres meses, de los cuales pasé uno y medio en formación: la empresa no escatima un florín en eso. Lo malo fue que estaba yo tan contento cogiendo carrerilla y sintiéndome cada vez más cómo y suelto en el trabajo cuando, el último día de marzo, me llamaron al despacho de la jefa para comunicarme que, muy a su pesar, había órdenes de arriba para cambiarme de proyecto. No me hizo ni puñetera gracia, porque el proyecto nuevo está en otro edificio que me queda más lejos y es peor en todos los sentidos, porque acaba de empezar y en ese momento era un caos y una improvisación constante. Ahora va mejorando poco a poco. Algunos de mis antiguos compañeros me dijeron que, en el fondo, había tenido suerte, porque el proyecto anterior ya estaba establecido y tenía todos sus puestos cubiertos, por lo que es muy difícil subir; mientras que el nuevo aún lo tiene todo por hacer y me puedo asegurar alguno de los primeros puestos de mini-responsabilidad que vayan surgiendo. Ayer mismo se empezó a hablar de esto, y el jefe me propuso para el control de calidad. Veremos cómo se va desarrollando todo.

Esto es lo que veo todas las mañanas de camino al trabajo.


¿La vivienda? La vivienda también empezó muy bien. Una habitación grande como un campo de fútbol (24 m·m), más grande de hecho que el salón de mi casa back home, con dos camas, estantería enorme, armario y sofá, en un piso compartido con un chaval llamado Balázs, hermano de vuestra vieja conocida Vica y a quien conocí durante mi Erasmus en Eslovaquia, en un par de mis muchas visitas a esta ciudad. En estos cinco meses ya tuve unas cuantas visitas a la gran habitación: en una fecha tan temprana como el 8 de enero ya tenía aquí a Jasmina la serbia; poco después a Isa y Mariña, amiga de la facultad y su amiga; luego a Robert, a quien conocí en un congreso el año pasado; y la semana pasada a Yolanda, amiga ya de más de media vida, y a su hermana Ilina. Todos se quedaron en mi súper habitación, por supuesto, pero el pernoctar se va a acabar, porque la misma semana que me cambiaron de oficina el casero nos dijo que quería vender el piso, cosa que logró la semana pasada, así que ahora tenemos dos meses para pirarnos. Y ni de coña vamos a encontrar un piso tan grande, barato y bien situado como este. Uno de esos tres factores se va a tener que sacrificar. Pero no os pongáis muy tristes, visitantes potenciales, porque lo que estamos mirando de sacrificar es una parte del precio y otra de la ubicación: nos iremos un poquillo más lejos del centro a un piso un poquillo más caro; y quizá un poquitín más pequeño, sure, pero poco más. Tenemos que encontrar un equilibrio entre mi preferencia por la cercanía al centro y la de Balázs por una habitación gigantesca en la que sacarle rendimiento a su proyector y montarse sus fiestas. Con un poco de suerte, no será difícil de encontrar. O sea que, en realidad, el pernoctar aún va a durar. Y por cierto, si te estás preguntando cómo se pronuncia el nombre del chaval este, imagínate lo que contestaría Rajoy si le preguntaras qué disparan las pistolas.

Un intento de foto artística featuring Jasmina.


¿Y qué más? Paso un montón de tiempo con Essi, a veces visitando museos o lugares de la ciudad o directamente otras ciudades, o a veces no haciendo gran cosa. Voy a muchísimos conciertos, sólo en abril tuve cinco o seis, que son los que tenía antes en un año. Como digo siempre, si vine fue por una razón... Es una pena que no pueda ir a muchas más actividades culturales, porque las hacen todas en un idioma probablemente inventado que no alcanzo a comprender. Fui a clases de húngaro, pero lo malo es que duraron sólo dos meses, y el precio es más o menos aceptable para lo que fue pero no es ni de coña para pagarlo todos los meses. Ahora mismo estoy ocupado con el documental; después quizá retome el húngaro activamente del aguna manera, pero de momento sigo aprendiendo, porque la inmersión ayuda y hace muy fácil avanzar, aunque sea despacio. Siempre hay alguien a quien preguntar y por todos lados hay nuevas palabras y construcciones que aprender, constantemente. Lo dicho: inmersión.

Así que así andamos. Adaptándome a algo para que ese algo enseguida cambie, generalmente a peor (qué frase más jovial, ya me está influyendo el estereotípico pesimismo húngaro), pero con filosofía, porque lo que es mal, mal no vivo ni de coña. Tengo todo lo que me hace falta y me las estoy apañando perfectamente para vivir sin cocinar, ¿qué más se puede pedir?


Otra cara de Budapest: art déco auténtico hecho trizas.


No voy a prometer más frecuencia en las entradas, porque pa qué, si al final puede que lo cumpla o puede que no. Una como esta ya la empecé a escribir uno o dos meses, me pasé varias horas dándole a la tecla y al final se quedó en el limbo y empecé estoutra de cero. De vez en cuando hago fotos para subir al Facebook del blog, tengo que ponerme un día a ello. Por cierto, hace poco me fui de fototour por mi barrio, que tiene una arquitectura en verdad sorprendente; tengo pendiente subir un álbum, pero merecerán su propia entrada también. Todo vendrá. ¿Recordáis que aún os debo media Inglaterra de febrero del 2015?

El chiste de Rajoy y las balas llevaba latente más de tres años.


Tuesday, January 5, 2016

Hungría 2015 (feat. Eslovaquia)

Visegrád desde Nagymaros.
Estuve trabajando durante todo el verano, el 31 de agosto por la mañana cumplí mi última jornada antes de las vacaciones y esa misma noche ya estaba en un tren a Madrid. Tan pronto llegué a la capital, me compré un billete para Segovia, donde me encontré con dos amigas de allí, o mejor dicho, una amiga y su amiga. Como ya estuve en tan acuedúctica y alcazareña a la par que catedralicia ciudad hace año y medio, Ana y Leti me llevaron a La Granja de San Ildefonso para que viera algo nuevo. En un sitio con ese nombre esperaba encontrarme cerdos y vacas cantando la lotería de Navidad, pero en lugar de eso me hallé paseando por los hermosos jardines de un palacio de ricos.


(Pincha en read more si no ves el resto de la entrada.)

Saturday, December 5, 2015

El museo de Poprad


Foto de GaleriaSlovakia.sk

—Excelencia, he estado pensando que Poprad está un poco aislada.
—Hombre, pues claro que lo está. Primero, Eslovaquia no está en el Top 5 de países más turísticos del mundo precisamente, y segundo, estar situados en medio de las montañas es lo que tiene. Pero eso ya lo sabía yo antes de llegar a alcalde y también lo sabías tú antes de llegar a concelleiro de cultura. Además, en invierno se nos llena esto de turistas y esquiadores.
—Claro, excelencia, si todo lo que dice es cierto, pero usted mismo lo ha dicho: sólo en invierno, luego en verano nos comemos los mocos. Además, tener sólo una actividad... que sí, que Altos Tatras y tal, paisajes y todo eso, pero va a parecer que no tenemos patrimonio histórico ni cosas de humanidades.
—¿Adónde quieres llegar?
—A que he tenido una idea que por fin va a poner a Poprad en el mapa.
—Sorpréndeme.
—Un museo.
—¿Un museo? ¿De qué?
—Verá, ahí está el asunto. Por lo pronto se me ha ocurrido meter los restos arqueológicos.
—¿Las piedras esas que encontraron en los años veinte o treinta?
—Esas. Con unas fotos en blanco y negro en tamaño sobredimensionado.
—A ver, eso nos puede dar para una exposición en alguna sala del ayuntamiento, pero poco más, ¿no?
—Por eso le decía. Si queremos un museo, no va a ser suficiente. Necesitamos más cosas y tengo algunas ideas.
—Soy todo oídos.
—Para empezar, una habitación sobre etnografía.
—¿Trajes típicos y tal?
—Sí.
—Eso está muy visto, ¿no?
—Ya he pensado en eso, y creo que podemos darle un toque de originalidad: que todo lo textil sea azul.
—¿¿Azul?? ¿Por qué?
—Se me ocurrió.


Pinche y se agrandarán las fotos, excelencia.

—Bueno, vale. ¿Qué más?
—Algo de cigüeñas. Tengo varias fotos chulas.
—Pero con eso no llega.
—Da igual, ponemos un cartel en el que ponga cigüeña en muchos idiomas y rellenamos espacio. Y en castellano ponemos cigüeňa con ň y le damos nuestro toquecillo eslovaco.


»Con animales también se me ocurrió otra idea: ¡disecarlos!
—¿Y meterlos en vitrinas?
—Algunos, pero también podemos hacer un diorama con varios de ellos. Si su excelencia me permite la expresión chabacana, molan un montón, los dioramas. Se hace como una escena de la vida en el bosque con los animales disecados, piedras en el suelo y un fondo con árboles que dé contexto y ambiente. Que quede una composición hiperrealista, ¿sabe?


—Pero mira, entre piedras, animales y ropa, creo que nos estamos pasando de heterogéneos. Habrá que centrarse en algo para hacer un museo de ese algo, ¿no crees? Museo arqueológico, museo etnográfico, museo de historia natural, pero de una cosa sola.
—¿No ha visto usted el British Museum? Hay de todo: que si momias, que si cuadros, que si monedas, y encima es todo exfoliado.
—Expoliado.
—Eso. Nosotros lo que tenemos es todo nuestro, no hay exvotos.
—Expolios.
—Tampoco. Tenemos unas mazas con pinchos, una corona y mucha cacharrada medieval en ese plan que podemos poner junto al jarrón y las cafeteras, por lo menos para llenar un par de paredes más. Y alguna cosa más se nos ocurrirá.


—¿Crees que funcionará?
—Lo que le he dicho: pondrá Poprad en el mapa. Dará que hablar. Se escribirán entradas en blogs desde lugares a dos mil kilómetros de distancia. Y total, ¿acaso tenemos otra idea mejor?
—Me has convencido. Licítalo.




Una mochila en Poprad, 22 de agosto de 2012.


Tuesday, October 27, 2015

Mochila facebuquera


Tras trece tristes trimestres de existencia del blog Mochila Feliz, que no tuvieron nada de triste pero la aliteración me quedó cojonuda, me decidí a hacerle una página de Facebook. [...] Surgió porque es una plataforma comodísima para publicar fotos, que en el blog me da una pereza que no te imaginas, así como para pequeñas publicaciones que no hacen una entrada de blog, enlaces y otras chorradillas. Además anunciaré las entradas que publique, por supuesto. En cualquier caso, lo que más veréis son fotos de mis viajes «a por ahí». El mes pasado ya publiqué un álbum sobre Sanxenxo y alrededores; el próximo día nos iremos a Eslovaquia, como prometí recientemente, y luego a Hungría.

www.facebook.com/mochilafeliz

Eso es lo que escribí el día 22 de septiembre en mi nueva y fardona página facebuquera. A continuación escribí un mensaje similar en inglés, porque la gran diferencia es que la página es bilingüe. No hay mucho más que decir, así que simplemente voy a poner los enlaces correspondientes a los álbumes que ya subí:

De Sanxenxo á Toxa, 17·VIII·2015
Trnava desde arriba, 10·IX·2015

...y a prometer dos cosas: una entrada sobre el reciente viaje que me llevó, entre otros sitios, a Trnava, aquí en el blog; y un álbum de fotos de otro viaje que hice hace un tiempo con determinada persona, en el face. La foto que lo encabeza, por cierto, es de Slavske.

Sí, ya sé que aún tengo pendiente acabar lo de York. Todo acabará saliendo tarde o temprano.

Saturday, August 22, 2015

La pérfida Albión III: York y Fulford


Achievement unlocked!

Antes de leer esta entrada recomiendo leer el anterior capítulo: La pérfida Albión II: York, porque retomo la historia exactamente donde la dejé y de eso ya hace casi seis meses.

Miércoles dieciocho de febrero de dos mil quince. Me levanté a las ocho y media, desayunuve, cogí la mochila y me fui en busca del campo de batalla de Fulford. Con el croquis del señor de la conferencia y un google map lo encontré enseguida. Os dejo un publirreportaje.

Wednesday, July 29, 2015

Grilo do Coelho

Una vez, un monje tibetano que estaba de permiso se enfrentó por vez primera a una prueba divina en la que podía ganar algo muy importante para él. A su lado se encontraba otro monje que iba a pasar exactamente por el mismo desafío. No se trataba de una competición, pues, debido a la naturaleza de la prueba, ambos podían ganar, alcanzar el mismo nivel espiritual e irse igual de contentos para casa. Pero aun así, eran conscientes de que el otro estaba a lo mismo y viendo lo que hacía y cómo le iba; y eso, quieras que no, afecta, porque afecta, independientemente de tu religión. Es psicológico.

Nuestro rapado protagonista inició la prueba con ilusión y la disfrutaba según iba avanzando. Sin embargo, cuando llegó a la última fase se dio cuenta de lo que se estaba ocultando a sí mismo: había llegado por inercia, siguiendo la corriente, en plan Harry Potter con la Felix Felicis, o como el meme del perro. Pero cuando llegó la hora de la verdad ya no pudo seguir. Se vio incapaz de terminar lo que había empezado. Ni siquiera se comportó de modo racional: se rayó y se piró. Chao. A su iglú o a su tipi o a donde rayos vivan los monjes tibetanos.

Entonces se puso a meditar, porque para eso se había sacado el carné de monje tibetano. Estaba muy arrepentido de lo que había hecho, o más bien, de lo que no había hecho. Había estado a punto de alcanzar algo importantísimo, y lo había dejado pasar sin saber siquiera por qué. Con la cabeza fría y a toro pasado, todo parecía muy obvio. Para empezar, siempre había sido evidente que darte la vuelta e irte a tu puta casa no es manera de superar pruebas divinas ni de las otras. Pero luego estaban los detalles más sutiles, más propios de la situación, que ante un análisis calmado caen de cajón, pero el chaval no estaba para análisis calmados cuando acababa de llegar a la puerta de los espíritus celestes y se disponía a llamar al telefonillo.

Sin embargo, el +1 en sabiduría lo logró no por haber llegado casi hasta el final ni por haberse ido, sino al pensar en el otro monje que iba a su lado. Nunca supo qué pasó con él. Cuando se rindió, el otro seguía allí, y si bien no parecía que fuera a llegar mucho más lejos, desde luego tenía más determinación. ¿Habría pasado la prueba? ¿No la habría pasado? ¿Lo habrían descalificado antes de terminar? Sería muy fácil averiguarlo, porque en esas movidas se permite que haya espectadores y en aquel caso había varios, casi todos conocidos suyos. No obstante, decidió no preguntar. Se dio cuenta de que no necesitaba saberlo, sino que, bien au contraire, lo que necesitaba era no enterarse nunca. ¿Qué podría sacar en limpio? Si le respondieran que sí, que el otro subnormal pasó la prueba (no podía evitar llamarlo con insultos, por pura envidia; era un monje tibetano novato, con la L verde colgada en la chepa, y aún tenía que pulir ciertas cosas), el arrepentimiento crecería hasta hacerse insoportable, por lo probable que habría sido que él también lograra su objetivo si se hubiera quedado; el fracaso se habría debido casi exclusivamente a su abandono, y no a la dificultad de la última fase tras haber recorrido aquel camino. Pero por otra parte, si le respondieran que al final al parvo aquel le habían dado dos palmaditas en la mejilla, anda, campeón, vete a dar un paseo en la bici y deja a los espíritus celestes con sus cosas de mayores, entonces se habría alegrado amargamente; y eso era peor, porque no sólo no le ayudaba absolutamente en nada a hacerlo mejor la próxima vez que se matriculara en esa prueba, sino que encima le convertía en mala persona, con mala fe, por alegrarse del fracaso ajeno para paliar el dolor del propio, aun sabiendo que toda la culpa era suya. Sería un rastrero, una víbora, un ser patético. Y sería consciente. Y se seguiría alegrando. Y seguiría siendo consciente. Y se repugnaría a sí mismo, ya no sólo por lo de la prueba, sino encima por eso también. Y no molaría nada. Ya tenía bastante con lo que tenía.

Así aprendió, pues, que existen casos en los que la ignorancia puede ser la llave del aprendizaje; que el conocimiento puede ser el camino de la perdición; y que conocimiento y sabiduría no sólo no son lo mismo, sino que incluso pueden llegar a estar enfrentados. Nuestro monje se hizo así un poquito más sabio, y encaró la espera de la siguiente prueba con la certeza de que iba a volver a fracasar por una razón u otra pero al menos tenía una frase de mierda de las que ponen en las páginas de filosofía cutre y la gente comparte y retuitea para sentirse profunda. Fin.

Monday, May 4, 2015

Billetes de tranvía de Lviv

No sé si alguna vez os enseñé los billetes de tranvía que tengo de cuando fui a Lviv por primera vez. En esa visita vi muchas cosas que me recordaron a como me imagino yo la España de hace varias décadas, y estos billetes son una de ellas: no un papel de impresión térmica que sale de una máquina, sino un billete de taco, de imprenta, colorido y con elementos de seguridad reflectantes. El azul es un billete normal; en agosto de 2012 costaba 1,50 grivñas, que en ese momento equivalían a 15 céntimos de euro y hoy equivalen a 6 (guerra, inflación). El naranja es de estudiante y costaba la mitad. Llevan casi tres años en mi cartera (madre mía, cómo pasa el tiempo), por lo que amarillearon un poco.


Me está entrando un ataque de nostalgia brutal. Publico esto y me voy a llorar a una esquina.